Después de recibir una donación de sangre de Hunter Jackson, Eliana comenzó a abrir lentamente los ojos. Sus párpados, antes cerrados con fuerza, ahora parpadeaban contra las luces fluorescentes sobre su cama de hospital.—¿Mami? —susurró débilmente.Olivia, que había estado sentada fielmente al lado de su hija, se inclinó de inmediato. Lágrimas brotaron y rodaron libremente por sus mejillas mientras tomaba la pequeña mano de Eliana.—¡Eliana, estás despierta, cariño! —su voz temblaba, cargada de emoción.—Mami, tengo que ser fuerte… No quiero verte triste nunca más —murmuró Eliana, con los ojos apenas abiertos, pero llenos de determinación.Esa simple declaración, tan suave pero poderosa, atravesó el corazón de Olivia. Apretó la mano de su hija con fuerza, como si la estuviera anclando a la vida.—Gracias, mi amor… gracias por ser fuerte por mamá.Antes de que la calidez del momento pudiera asentarse por completo, el pasillo exterior estalló en caos. Fuertes pisadas golpeaban el suel
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