Horas después, Logan se encontraba tendido en la cama de una suite silenciosa, bajo una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas pesadas de terciopelo. La habitación era lujosa, decorada en tonos oscuros, con cuadros abstractos enmarcados en dorado y una botella de champán vacía sobre una mesa de vidrio. Pero nada de eso importaba. Su cabeza latía con un dolor sordo, como si le hubieran golpeado con algo invisible. El pecho le pesaba. Los párpados, también. Su cuerpo, como sumergido en aceite tibio, apenas le respondía.Intentó moverse, pero el menor esfuerzo le provocaba vértigo. Todo giraba. El aire olía a perfume ajeno, dulzón, empalagoso, un aroma que no le pertenecía a Sophie. No a su hogar. No a su vida. El colchón, aunque suave, parecía hundirse bajo su cuerpo desnudo, como si lo tragara la culpa antes de que pudiera entenderla. Sintió, entonces, el roce de una pierna sobre la suya. Una piel tibia, suave, desconocida.Abrió los ojos con esfuerzo. La habitación giró bre
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