—Aurora —lo miré, me iba a decir que se iba, es obvio que no soporta más mi presencia. Hemos estado más de una hora callados mientras vemos Seinfeld en volumen bajo.—Quiero pedirte perdón. Sé que reaccioné de mala manera, pero mi madre sigue siendo un tema delicado para mí. Cuando te dije que lo estás haciendo muy bien, es porque si me hubieras visto, yo fui un desastre tras desastre.Caí en lo más bajo y seguí cayendo. Aún ahora hay días o cosas que se vuelven insoportables. Quisiera decirte que con el tiempo mejora, pero... —se le cortó la voz—, creo que solo te acostumbras a vivir con el vacío, y más si pasan cosas como las que tu verdadero padre...—Ese tipo no es nada mío. —Me niego a darle algún parentesco a ese imbécil.—Sí, perdón, lo sé. A lo que voy es que a veces no solo duele la muerte, duelen las cosas que no se pueden controlar, las que te hacen cuestionar muchas cosas. Quisiera ser un mejor apoyo para ti, pero no creo que pueda... no en esta vida. —Suspiró.—Sabes, es

—Ok, haré huevos pericos, ¿te parece?—No sé qué es eso. —Pensé en cómo lo decía mi abuelo.—Creo que tú le llamarías uova strapazzate con pomodori e cipolla —reí—. ¿Lo dije bien?—Se supone que tienes prohibido hablar en italiano —sonrió—. Voy a tener que cobrarte una multa.—Bobo, por eso es que se pega con las mesas. —Solté la carcajada y empecé a hacer el desayuno.Él se quedó en silencio mientras se seguía masajeando la espinilla. Dejé que el silencio siguiera, pero tenía que saber por qué no cree en el karma. Esa es mi mayor creencia.Terminé de hacer el desayuno y lo puse en la mesa.—Provecho. —Empezamos a comer. No pude más.— Entonces, ¿por qué no crees en el karma?—¿Por qué creería en algo que no es real? —empezó a comer—. ¿Por qué creería en algo que dice que mi madre fue mala y por eso le dio cáncer? ¿Por qué creería que la mejor mujer que conocí en la vida, que nunca le hizo daño a nadie y que ayudaba a cualquiera, merecía eso? —empezó a molestarse—. ¿Por qué creerí

—Entonces, ¿cómo te parece este vino, Aurora? —dijo Renzo, tratando de ocultar la risa y la molestia.Íbamos por el quinto vino. Emilia me explicó cómo sería el día de la cata. Por ahora, Dante y Renzo estaban sentados al frente de nosotras. Cada uno tenía diez copas, una botella de agua fría, y ellos se turnaban para servir el vino.Me explicaron las formas en las que todos los que iban a estar en la cata probaban el vino.La mayoría no se lo tomaba. Todos se mostraron ofendidos por esto, pero esa era la forma más normal y profesional.Algunos llevaban café molido para neutralizar el olor.Ese día ninguno podía llevar perfume, y las mujeres ningún labial con sabor o, mejor, nada de labial.Todos tenían palabras que nunca había escuchado, pero ya sabía lo que era una lágrima en el vino.Empezábamos desde el momento de la llenada de la copa —no más de tres centímetros—.Todos agitaron la copa y dijeron cosas específicas; yo solo escribía y trataba de entender.Luego lo olían, cada uno

Emilia y Dante decidieron ir al baño y Luca por el auto. Nos quedamos él y yo. Y tenía que responder, porque creía que era una amenaza. Así que fui lo más directa posible.—¿Por qué crees que Dante me da mucha confianza? ¿Y por qué piensas que la voy a dañar? ¿Y por qué Dante se puso serio cuando lo dijiste?Abrió los ojos, asombrado. Parece que no esperaba que yo fuera tan abierta. Igual que su hermano.—¿Eres un poco directa, no?—No me gusta que la gente suponga, y para eso hay que ser clara. —Suspiré con rabia.— No quiero ser tu enemiga. No porque me caigas bien —al contrario—, pero sé que no me conviene. Y no soy idiota.—Eso quería escuchar. Y te tengo un trato: si no te metes en mi relación con Emilia, no me meteré en tu relación con Dante. Y hasta podemos ayudarnos… como yo explicando por qué dije lo que dije.—No tengo ninguna relación con Dante. Él es mi jefe y yo soy su asistente, nada más. —Porque eso es lo que somos, ¿no? «Mis sentimientos no tienen nada que

Llegué a la casa, me tomé algo para el dolor. Mientras me alistaba para irme a dormir, Dante me llamó. No le contesté; el agotamiento era demasiado para hablar. Le mandé un mensaje diciendo que estaba bien, que hablaríamos mañana. Me acosté a dormir.Me desperté por el sonido de la puerta. Asustada. Alguien estaba casi tirando la puerta. Me levanté rápido y abrí. Era mi tío. Muy, muy molesto.—¿Pasa algo?—Eso pregunto yo. —Entró y tiró la puerta.— «Menos mal, ya se me pasó el dolor de cabeza.» —¿Qué hacía Dante hace dos noches en esta casa y por qué se quedó a dormir aquí?Lo miré asombrada. ¿Me está regañando?—Responde, Aurora. ¿Por qué Dante durmió aquí?—Buenos días, tío. ¿Cómo estás? ¿Cómo amaneciste? ¿Quieres un café? —Le señalé la mesa.— ¿Quieres sentarte a desayunar? Me demoraré un poco porque me acabo de despertar, pero, ¿qué te parece si te subes unos panecillos ricos mientras yo me baño… y tú te calmas?—¿Me estás pidiendo calma? —dijo en lugar de responder.