—Se supone que ibas a confiar en el otro y no decir mentiras— me miro con odio— solo te duro medio día la promesa, cuando, volvimos a la mesa, ustedes estaban muy felices coqueteando.
—No, que te pasa por Dios Dante, no estábamos coqueteando, nada más lejos de la realidad.
Él se volvió a acercar a mí, y toco mi cabello.
—Si no estaban coqueteando porque mierdas, ¡él estaba tocándote! Y porque desde que llegaron al restaurante empezaron a hablar entre ustedes, como si no existiéramos, como puedes hacerle eso a Emilia, ella confió en ti, ahora sé que solo fingías ayudarla para meterte con él.
«Que, que ahora resulta que ser imbécil, es de familia, como Dante puede pensar eso de mí, como pueden creer eso».
—¡Que te pasa!, Dante se supone que el inteligente de la familia eres tú, si nos hubieras visto por dos segundos de verdad y no solo tratando de no mirarme a la cara te hubieras dado cuenta de que no teníamos una conversación agradable, tu hermano, tú ¡HERMANO ME ESTABA AMENAZANDO!, im