El viento había cambiado. Isabel lo sintió en la piel, en el canto de los pájaros que ya no sonaban como antes, en la forma en que las hojas crujían bajo sus pies. El bosque ya no era refugio, era una frontera que pronto se rompería. —¿Estás bien? —Preguntó Logan, observándola con cuidado. Ya no entrenaban, ahora solo caminaban, mientras el pequeño ser en su vientre crecía, lento, pero constante. —No lo sé. —Respondió Isabel, frotando su estómago con gesto protector. ―Siento algo extraño, como si algo... alguien, me buscara. ―Logan frunció el ceño, él también lo había sentido. La energía del territorio vibraba diferente y todos a excepción de Isabel sabían porque, no era un secreto, al menos para ellos que el rey estaba en una desesperada búsqueda. —¿Crees que es él? —Preguntó en voz baja. Isabel no respondió de inmediato. Cerró los ojos, Ares, el nombre aún quemaba, aún dolía, pero había aprendido a convivir con ese dolor, a recordarlo sin quebrarse. —Está cerca. —Susurró finalm
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