La recuperación fue lenta, como si su cuerpo dudara de si realmente valía la pena volver, pero volvió.
Día tras día, la palidez dejó espacio a un color más saludable, las náuseas disminuyeron, el pulso se estabilizó y las máquinas dejaron de pitar alarmas cada hora.
Isabel no entendía cómo, creía que era el brebaje que Logan le había conseguido tiempo atrás. Pensaba que era su propia resistencia o tal vez el simple instinto de una madre protegiendo a su hijo con cada latido, pero no era ninguna de esas cosas… Era él.
Ares nunca entró por la puerta, no necesitaba hacerlo, no con ese vínculo latente que, aunque roto y maltratado, seguía unido a ella con hilos invisibles. Pasaba las noches en el pasillo, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, concentrado, entregando la fuerza que le quedaba, como un sacrificio silencioso.
No por redención, no por perdón, solo por ella, por su hijo y ese amor que no lo abandona.
Logan lo observaba a veces desde lejos. Había dejado de odiarlø ha