Lyra guardó silencio. A veces, en su mente no predominaba tanto la idea de que él recuperara su reino. —¡Sí! Quiero gobernar contigo —exclamó Samuel, emocionado, lanzándose a abrazar a Kael. Sofía, en cambio, como hermana mayor, se mostró más mesurada. —No digas tonterías, hermano. Mejor vamos a lavar los platos. Lyra debe de estar agotada —dijo con firmeza, sacando a Lyra de sus pensamientos. —No, pequeña, no es necesario. Yo puedo hacerlo —respondió Lyra con una sonrisa, pero Sofía insistió.Los niños se dirigieron a la cocina, seguidos por Lyra, que fue tras ellos para vigilarlos. Kael también se levantó, y guiado por el suave aroma de Lyra, no apartó la cabeza en dirección a ella.—Son muy obedientes —comentó Martha, quien había permanecido en silencio hasta entonces. De pronto, se incorporó bruscamente, como si hubiera recuperado la lucidez de golpe.Lyra y Kael se giraron hacia ella, y la mujer, sonriente, alzó su bastón. —Les agradezco profundamente su hospitalidad. Tal vez
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