C71-ERES MI DESTINO.Masón sostenía al bebé dormido en sus brazos, y miró de reojo a Marshall quien no apartaba la mirada del bebé.—Es hermoso —dijo en voz baja—. Tiene tus ojos.Masón respiró hondo, manteniendo la vista en su hijo antes de hablar.—¿Por qué estás aquí, Marshall?Su hermano apoyó los codos en sus rodillas y su voz temblaba al igual que sus manos.—Porque tenía que verte. Tenía que decirte que no habrá un solo día de mi vida en el que no me haya odiado por lo que hizo mi madre, por lo que te quitó.La mandíbula de Masón se tensó, y apretó los labios. Sus ojos permanecieron fijos en el niño, como si allí encontrara la fuerza para no explotar. Marshall continuó, con lágrimas acumulándose en sus ojos.—Siempre supe que había oscuridad en ella, pero nunca imaginé que fuera capaz de algo tan cruel. Yo.... lo lamento, Masón... y entenderé si no quieres estar cerca de nosotros, especialmente de mí.Finalmente, Masón levantó la mirada y aunque sus ojos estaban cargados de dol

C1-¿NO TE GUSTA? "¡¿CÓMO FUISTE CAPAZ, GIANNA?! ¡¿CÓMO TE ATREVISTE?! ¡¡DESTRUISTE LA FELICIDAD DE TU HERMANO!! Las palabras resonaban en su cabeza como un eco imposible de callar y Gianna se movía inquieta sobre el colchón sucio que se pegaba a su piel empapada de sudor. El dolor y la culpa eran idénticos a aquel día en que su madre las pronunció, tan filosas que todavía la desgarraban por dentro. —Lo siento… mamá… —murmuró entre dientes, girando de un lado a otro, atrapada en la pesadilla. De repente, el agua fría golpeó su rostro, arrancándola del sueño con un sobresalto. Abrió los ojos y parpadeó varias veces, tratando de enfocar. —¡Despierta, bella durmiente! —una voz chillona la sacudió con burla. Frente a ella estaba una mujer envuelta en un vestido de leopardo demasiado ajustado, masticando chicle con ruido—. Es hora de levantarse. El estómago de Gianna cayó en cuanto reconoció el lugar. Las paredes, el olor a humedad, la sensación de encierro… estaba de vuelta en el mism

C3-¿QUIERES SEDUCIRME?Adler permaneció inmóvil, su respiración apenas alterada, pero su mirada se endureció. Dudaba, por primera vez en mucho tiempo, dudaba de sí mismo y Gianna lo notó y se aferró a su chaqueta como si fuera lo único que la mantenía con vida.—Por favor... no me dejes aquí... —rogó con la voz quebrada—. Estoy secuestrada, no soy una prostituta... lo juro, lo juro por mi vida.Él se tensó y la sorpresa lo golpeó como un puñetazo. Durante un instante se quedó en silencio, observándola con esos ojos helados que parecían analizar cada detalle de ella.—¿Secuestrada? —repitió.—Sí... —Gianna asintió con desesperación—. Me obligan, yo no... yo no soy como ellas. No pertenezco aquí.El desconcierto cruzó fugaz por su expresión, pero enseguida lo borró con una máscara de frialdad y dio un paso atrás, liberándose del agarre de sus dedos.—Ya basta. —Su voz fue dura—. ¿De verdad crees que voy a caer en tu juego? ¿Quieres seducirme? No soy tan ingenuo y ya lo dije... no me acu

C5-FUERZA DESATADA. Su boca continuó su camino descendente, ardiente y húmeda, hasta encontrar sus senos y él no perdió tiempo, capturó un pezón en su boca, chupando con una avidez que la hizo arquear la espalda. Adler jugueteó con él, lamiendo y mordiendo con suavidad, hasta que estuvo duro y sensible. Luego le dio la misma atención devastadora al otro, y Gianna cerró los ojos, abandonándose a una ola de sensaciones que nunca, ni con su ex traidor, había experimentado. Porque este hombre era un fuego devorador, un vértigo que la arrastraba sin posibilidad de escape. De pronto, Adler interrumpió su exploración y la levantó en sus brazos y la llevó hasta la gran cama, dejándola caer sobre las sábanas frías y Gianna jadeó, mirándolo desde abajo. Era una magnífica visión, su cabello castaño claro estaba desordenado, sus ojos, antes fríos, ahora ardían con una intensidad que le provocó un vuelco en el estómago. En especial ese rostro maduro, marcado y poderoso, que le resultaba irr

C7-TENGO QUE VOLVER A VER A ALGUIEN.En la habitación de su hotel Adler giraba el vaso de whisky entre sus dedos, sin beberlo. Lo había dejado en la mesa horas atrás, pero no conseguía apartar de su mente la imagen de Gianna y menos el calor de su cuerpo, tampoco la forma en que lo miró como si él fuera su última esperanza y mucho menos esa voz temblorosa que le había dicho que estaba secuestrada… todo lo perseguía.Ella le había gustado, desde el primer momento en que la vio.Y lo odiaba por eso. Porque había algo en ella que le removía lugares donde nunca permitía que nadie entrara, por eso se fue antes de que amaneciera. Porque había fallado a su propia promesa: no volver a involucrarse jamás con una mujer de ese mundo. No repetir el error que lo había marcado.Sabía que dejarla en esa cama fue una cobardía, pero si se quedaba, si cedía, terminaría hundiéndose junto con ella, se juró no volver a caer, y sin embargo, una sola noche con esa joven lo había puesto en jaque.Un golpe