C60-UN REY SACANDO A SU REINA.Los invitados se apartaron de inmediato; algunos gritaron, otros corrieron hacia las esquinas. Inés se quedó petrificada con la mano en el aire, incapaz de reaccionar, y Rick retrocedió con el rostro descompuesto. Esteban, en cambio, trató de mantener la compostura, aunque el temblor en sus dedos lo delató.Kenyi dio unos cuantos pasos, con la mirada fija en el hombre, y se detuvo delante de él. Sin que lo vieran venir, sacó su arma y la presionó en su frente, mientras sus labios mostraban una sonrisa fría.—Así que tú eres el viejo que piensa que puede ponerle un anillo a mi mujer.El silencio fue insoportable.Priscilla sintió que no podía respirar, pero no dejaba de mirar a ese hombre que parecía capaz de matar por ella sin dudarlo. Había tantas preguntas en su mente, pero ninguna logró salir de su boca. Solo se limitó a mirarlo con el corazón acelerado, y en medio de su miedo se descubrió excitada, estremecida por la forma en que la defendía.Y sin i

C62-¡DIME QUE SÍ, HADA!Ella asintió, sin poder articular palabra, y se inclinó. Sus dedos inocentes lo tocaron primero, midiendo su calor y su textura, antes de darle una primera lamida tímida, salada y eléctrica. Kenyi gruñó; por su lengua, fue un sonido profundo que nació en su pecho y que hizo que un nuevo escalofrío de placer recorriera a Priscilla.Y ella embobada por su reacción, abrió la boca y lo tomó con más decisión. Era inexperta, pero su entrega era total y ardiente. Movía la lengua con una curiosidad que lo enloquecía, explorando cada centímetro, saboreándolo como si fuera el manjar que él había prometido.Y poco a poco, fue ganando confianza, llevándoselo más y más hacia atrás, hasta que la cabeza de su pene rozó su garganta.Kenyi echó la cabeza hacia atrás contra el reposacabezas, con los ojos cerrados y los músculos del abdomen en tensión.—Así, Hada… Así. Más profundo.Sus manos se enredaron en su melena, guiándola con suavidad pero con un control absoluto, marcando

C64-MONSTRUO DENTRO DE LA FAMILIA.El departamento estaba en penumbras, era sofocante y el olor a viejo impregnaba las cortinas. Margaret se recostaba en una silla de madera, cruzando las piernas con elegancia forzada mientras el cigarrillo se consumía entre sus dedos y frente a ella, la luz azul de la laptop iluminaba sus facciones tensas.En la pantalla había un artículo abierto, con la imagen de Sara sonriendo tímidamente en una cama de hospital y Masón sentado junto a ella, sosteniéndole la mano. La imagen hablaba de esperanza, de un futuro prometedor, pero Margaret soltó una carcajada y dio una calada profunda al cigarrillo antes de dejar escapar el humo como veneno.—Sara embarazada y Masón redimido. Todos felices… qué asco —escupió con desprecio, cerrando la laptop.En la mesa habia documentos médicos, informes confidenciales, recetas de medicamentos que nadie debería tener en sus manos. Pero Margaret las había conseguido a través de contactos, médicos que se vendían por dinero

C66-MAMÁ SE LO QUE HICISTE.Masón llegó a la mansión como un huracán. El auto se detuvo de golpe y él salió dando un portazo que resonó en todo el patio y entró pisando fuerte, con la respiración agitada como un toro a punto de embestir.—¡MARGARET! —rugió—. ¡SAL, MALDITA!El eco recorrió el lugar.Fue Marshall quien apareció primero, alarmado, seguido de Tom, que venía con paso lento pero firme. El abuelo lo miró con el ceño fruncido, intentando entender.—¿Qué pasa, hijo?Masón giró hacia él, con los ojos encendidos de odio.—¿Dónde está? —siseó como una bestia—. ¿Dónde está esa maldita?Fue Marshall quien dio un paso hacia adelante.—Masón… recuerda que…—¿Que estamos hablando de tu madre? —lo interrumpió, señalándolo con furia—. ¡Pues me vale mierd4! ¡Esa perra malnacida intentó hacer abortar a Sara!La cara de Marshall perdió el color y trastabilló hacia atrás como si le hubieran arrancado el aire.—¿Qué…?Masón avanzó un paso más, con la furia dominándolo.—Sí. Tu linda madrecit

C68-MÁS AMADA QUE NUNCA.La bandeja frente a él, una obra maestra del desastre. Kenyi miró el pan carbonizado, el cereal flotando en jugo de naranja y el café tibio con una expresión que mezclaba resignación y alarma. No obstante, tomó el pan y golpeó suavemente contra la mesa de noche y el sonido seco lo hizo suspirar.—Esto es más peligroso que un trato con los rusos —murmuró con seriedad.Priscilla sonrió feliz, sin entender el doble sentido.—¡Ay, qué romántico! Sabía que te encantaría.Él agarró la cuchara, hundió el cereal en el jugo y se lo llevó a la boca. Masticó sin variar su rostro impenetrable, como si estuviera negociando bajo amenaza. Tragó con dificultad, pero no apartó los ojos de ella.—Delicioso. ¿Hay más?Priscilla aplaudió emocionada.—¡Sí! Te preparo otro café frío si quieres.Kenyi dejó la cuchara y la miró con una media sonrisa. El desayuno era una catástrofe, pero el esfuerzo la hacía ver más adorable de lo que él estaba dispuesto a admitir y además, se trataba