C9-UN COBARDE AL BORDE DEL COLAPSO. Adler no se detuvo frente a la puerta de la habitación 407. No pensó en tocar, ni en anunciarse, sino que de un solo movimiento, levantó la pierna y la pateó, haciendo ceder la cerradura. Cuando entró el cuadro lo golpeó como una descarga de rabia pura. Gianna estaba sobre la cama, encogida, cubriéndose con las manos con los ojos desorbitados y frente a ella, Boris, sin camisa, apenas en bóxer, con un cinturón en la mano, dispuesto a descargarlo sobre su cuerpo. Adler vio rojo. —¡Bastardo! —gruñó, abalanzándose sobre él sin darle oportunidad de reaccionar. El primer golpe fue directo a la mandíbula, lo suficientemente fuerte como para hacerlo tambalear, aun así, Boris intentó responder, pero Adler era más rápido, ágil, un depredador entrenado para moverse con precisión y lo tomó del cuello y lo estampó contra la pared. —¿Te divierte lastimar mujeres indefensas? ¡Cobarde de m****a! Boris lanzó un manotazo para apartarlo, pero Adler lo esquivó y

C11- PREPARARÉ EL CONTRATO.Adler no perdió tiempo en rodeos. —Tengo un problema legal —comenzó, con la mirada fija en ella—. Mi hija podría serme arrebatada. Su madre está reclamando la custodia y si un juez considera que llevo una vida inestable, perderé lo único que importa.Gianna lo escuchaba con el corazón encogido. Él se inclinó hacia adelante y tragó antes de tomar una de sus manos con suavidad.—Necesito una esposa, una madre para mi hija... por un año.Ella lo miró shockeada.—¿Está... pidiéndome que me case con usted?Adler no pestañeó.—Te ofrezco un trato —su tono era el de un empresario negociando cifras—: protección total, un hogar seguro, un papel como niñera de Sofía y una gran suma de dinero al final del contrato. Y a cambio, quiero obediencia absoluta y la fachada perfecta de una pareja feliz.El silencio se volvió pesado y Gianna tragó saliva, su mente corriendo ante esta propuesta. ¿Salir de la prostitución forzada solo para entrar en una prisión de oro? Aun as

C13-¿PODRÍAS QUEDARTE CONMIGO?Los días habían pasado como un torbellino y Gianna, aunque todavía frágil, se veía transformada. La ropa limpia y elegante que Henry había comprado la hacía parecer otra persona; pantalones suaves, una blusa de seda clara y el cabello recogido de manera simple. Ya no era la muchacha cubierta de golpes y miedo, ahora podía mirarse al espejo sin sentir que veía a una extraña.Esa tarde, estaba sentada en la sala junto a Henry. Él le contaba algo con tono conspirador, exagerando gestos para arrancarle una risa y ella no pudo evitar sonreír y soltar una carcajada, la primera en mucho tiempo.Entonces la puerta se abrió y Adler entró.El silencio cayó como un peso. Sus ojos fríos se clavaron en la escena, en la sonrisa de Gianna y sobre todo en la expresión demasiado relajada de su asistente. —Henry —su voz fue un filo—, encárgate de revisar los informes financieros de Viena. Ahora.El asistente se levantó de inmediato, incómodo, e hizo una leve reverencia a

C15-¡QUIERO QUE HAGAS MUY FELIZ A MI PAPI!Gianna respiró profundo, intentando controlar los nervios. No esperaba que esa niña, con su dulzura y entusiasmo, le despertara algo tan intenso. Forzó una sonrisa que se volvió genuina en el proceso, y dio un paso hacia adelante.—Hola, Lily… —su voz tembló, pero lo disfrazó con ternura—. Soy Anna y voy a ser tu nueva amiga, ¿te gusta que vaya a vivir aquí contigo?La niña ladeó la cabeza, la observó con una seriedad que no era propia de su edad y, de pronto, extendió los bracitos hacia ella, inclinándose con la clara intención de que la cargara.Gianna se quedó congelada y sus ojos buscaron a Adler, luego a su madre, como pidiendo permiso en silencio. Él no dijo nada, con una sonrisa, le entregó a su hija. El contacto fue inmediato, Lily la rodeó con sus pequeños brazos y, sin pensarlo, estampó un beso suave en la mejilla de Gianna.Adler y su madre observaban la escena en silencio, pero él sintió un golpe en el pecho, como si alguien le hu

C17-ODIO DIRIGIDO HACIA ELLA.Adler respiró hondo y se obligó a dar un paso atrás, porque si se quedaba un segundo más, perdería el control, y no se lo podía permitir, así que se giró con brusquedad y salió del baño, cerrando la puerta tras de sí.Gianna quedó allí, cubierta por la bata, con el corazón latiendo como un tambor y la piel encendida, sus labios temblaban, por el beso que no le habían dado y luego apretó los puños.—¡Maldito arrogante! —murmuró—. Si no quieres, ¿para qué demonios te acercas así?Escondió el rostro entre las manos y soltó un bufido frustrado. Estaba ardiendo por dentro y, para colmo, él se había ido como si nada, dejándola a medias, confundida y furiosa.***Al día siguiente, a las siete en punto, Gianna bajó al comedor. Había elegido un conjunto sencillo, un vestido azul oscuro con corte recto, elegante pero sobrio, ahora su cabello caía suelto en ondas suaves, y cuando llegó Adler y Lily ya estaban en la mesa, acompañados de Ingrid, que la miró con calid