IrisLa luna fue la única fiel testigo de cómo me escabullía de los aposentos de la manada. Faltaban tres horas vespertinas para el amanecer, y ya había aprendido a medir el tiempo por las sombras y el silencio. En Espinas Negras me enseñaron eso, además de cómo moverme sin ser vista, y convertirme en nada más que un fantasma en la oscuridad.Mi pequeña mochila pesaba más de lo que debía, aunque había empacado solo lo esencial; nada de lujos, nada de ropa de un closet que nunca fue mío, ninguna ilusión de pertenecer.El primer patrullaje de los guardias pasó justo debajo de mi ventana, como siempre. Se movían de una forma completamente automática, como en Espinas Negras. Manada distinta, pero mismos patrones predecibles. Conté sus pasos hasta que doblaron la esquina, luego me metí en las sombras del jardín, allí me oculté.Noté la ironía de la situación cuando usé los movimientos defensivos de los entrenamientos que estaba haciendo para no ser detectada. Mantente baja, atenta, usa lo q
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