Iris
Me dolía todo. Descubrí músculos que ni sabía que tenía cuando me arrastré fuera de la cama la mañana después del entrenamiento, pero el dolor físico no se comparaba con el pánico que invadió mi alma cuando Violeta entró a mi cuarto.
—¡Emergencia! —ya estaba abriendo el enorme armario que me intimidaba todos los días— La delegación de la Manada del Norte llega esta noche para un evento formal y tenemos exactamente ocho horas para que te veas decente.
En ese momento se me fue el alma al suelo.
—Puedo, simplemente... no ir.
Violeta se giró hacia mí con las manos en la cintura. —Vives en la casa del Rey Licán, no es opcional.
—Pero yo solo soy...
—Si dices "solo una Omega” te tiro algo —se quejó, mientras revisaba entre vestidos que yo ni me atrevía a tocar—. Ayer calmaste a un lobo fuera de control, creo que eso ya te ganó tu lugar en la mesa.
Eso fue bastante claro. El incidente del que seguro todos seguían hablando. Me mordí el labio, recordando cómo me miró Carlos después… como s