Iris
El amanecer pintaba el campo de entrenamiento de dorado mientras nos reuníamos para la práctica matutina. Aunque me dolía todo el cuerpo por las actividades del día anterior, sentía una extraña tensión vibrando dentro de mí al observar a Carlo mostrando los movimientos defensivos que aprenderíamos ese día. Se veía tan fuerte y elegante que tuve que obligarme a concentrarme en su técnica… y no en cómo se le marcaban los hombros con aquella camiseta.
—Lo estás viendo mucho—susurró Violeta al aparecer a mi lado.
—Estoy analizando su postura —aclaré, sintiendo cómo me sonrojaba.
—Ajá, claro —sonrió con picardía—. ¿Quieres que te cuente la vez que se cayó al arroyo por andarle presumiendo sus músculos a una loba guapa?
—Violeta...
—¡Formen parejas! —la voz de Carlo cortó el aire amigable. Antes de que pudiera moverme, Violeta me agarró del brazo.
—Hoy vas conmigo —por su sonrisa, supe que sería divertido—. Hora de entrenar entre mejores amigas.
Nos colocamos una frente a la otra sobre