528. El vigilante de los sueños.
Narra Tomás Villa.Dulce duerme. Su respiración acompasada llena la recámara con un rumor que me resulta más poderoso que el murmullo del mar que golpea las rocas al otro lado de los ventanales; duerme con la boca entreabierta, como si aún en el descanso me buscara, como si su cuerpo no supiera olvidar el mío ni por un instante, y yo la observo, sentado al borde de la cama, acariciando con la yema de los dedos un mechón suelto que se desliza sobre su mejilla, esa piel que todavía arde con el eco de mi deseo, con el temblor de todo lo que hemos consumido en las últimas horas. La contemplo como quien custodia un secreto demasiado frágil para ser nombrado en voz alta, y me repito, como un rezo oscuro, que nada podrá apartarla de mí, que nadie, ni siquiera él, podrá robarme lo que he conquistado con fuego, con paciencia, con dolor.Me inclino y beso su frente, despacio, casi con reverencia, como quien marca un sello invisible en la piel de quien le pertenece, y sus pestañas tiemblan un in
Leer más