223. La confesión.
Narra Gomes No duermo.Desde que abrí esa caja, el reloj dejó de tener sentido. Camino por la jefatura con los informes apretados contra el pecho, como si tuviera miedo de que desaparezcan, de que al volver a mirar ya no estén ahí y todo vuelva a ser como antes. Pero no hay vuelta atrás. Una vez que ves lo que no querías ver, no podés hacer como si no lo supieras.La llamo. Le pido que venga a mi oficina. No hay gritos. No hay esposas. Todavía.Ella entra despacio, vestida con un suéter gris que le cuelga de los hombros. Lleva el rostro apagado, el cuerpo encorvado, como una flor que perdió el centro de su sol. Desde que Ruiz huyó con su hija, no volvió a sonreír. No come. No habla mucho. A veces la escucho llorar en la sala de testigos, mientras los demás fingen no escucharla. Yo tampoco decía nada. Hasta hoy.—Sentate —le digo, sin mirarla—. Cerrá la puerta.Ella obedece, casi como si supiera lo que se viene.Apoyo los papeles sobre la mesa con cuidado, como si fueran dinamita. Me
Ler mais