190. Cómo se mata un símbolo.
Narra Ruiz.Luisito llega como siempre, sin anunciarse, como un mal recuerdo que uno se traga con saliva gruesa. Camina con ese andar liviano, pero con los ojos encendidos, esos ojos que no duermen, que no olvidan, que no perdonan. Es un tipo al que le podés dar una lista de nombres y vuelve con los cadáveres antes de que se enfríe el café. Y, aun así, nunca me mira como si me debiera algo. Me mira como si supiera que soy el único que lo dejó ser lo que es, sin juzgarlo, sin pretender corregirlo.— Al poli ese, al Gomes, te lo bajo en un abrir y cerrar de ojos — me dice, así, con esa voz tranquila que tiene, como si me ofreciera un cigarrillo o un vaso de agua, como si matar fuera un trámite que le saca el sueño sólo si se le mancha la campera.Lo miro sin decir nada por un segundo. Porque tentarme me tienta, claro. Sería fácil. Un tiro en la cabeza, un cuerpo más flotando en el río, otro expediente cerrado sin culpables. Pero no. No a él. A ese no.— No — le digo despacio, midiendo c
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