La lluvia caía como una cortina sobre la ciudad. Desde su oficina en el último piso, Liam observaba cómo las gotas se deslizaban por los ventanales. La ciudad entera parecía borrosa. Confusa. Igual que su cabeza.Valeria.La imagen de ella, vulnerable, en el pasillo del supermercado… no se le iba de la mente. Tampoco la manera en que se había defendido esa mañana, erguida como si el mundo la empujara, pero sin permitir que la empujara del todo.No estaba acostumbrado a ese tipo de verdades sin maquillaje. En su entorno, los problemas se escondían bajo trajes caros y sonrisas perfectas. Se barrían bajo alfombras persas o se exiliaban a clínicas privadas.Pero eso. Eso que había visto en los ojos de Valeria, lo conocía demasiado bien.Le recordó a su madre.---Apenas tenía catorce años la primera vez que la encontró llorando en la cocina. No eran las típicas lágrimas suaves. No esas que uno ve en las películas. Lloraba con las manos apretadas contra la mesa, los ojos rojos y la voz qu
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