El cielo se había oscurecido con una rapidez inusual, como si la naturaleza misma presintiera la tormenta que estaba a punto de desatarse entre ellos. Lilith caminaba con paso firme por el sendero que bordeaba el lago, alejándose de la mansión principal. Necesitaba aire, espacio, distancia de todo lo que representaba Damián y su manada.Las primeras gotas comenzaron a caer, gruesas y frías, pero ella no se detuvo. El bosque se convertía gradualmente en un lienzo de tonos grises y verdes oscuros mientras la lluvia arreciaba. Su cabello negro comenzó a pegarse a su rostro, pero había algo liberador en sentir el agua deslizándose por su piel, como si pudiera lavar todas las emociones contradictorias que la atormentaban.—¿Intentando escapar de nuevo?La voz de Damián surgió a sus espaldas, profunda y resonante incluso bajo el creciente estruendo de la tormenta. Lilith se detuvo, pero no se giró inmediatamente. Contó mentalmente hasta tres antes de enfrentarlo.—No todo es sobre ti, Damiá
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