La mañana era tibia, perfumada por el olor a eucalipto que provenía del jardín trasero del hospital.Imanol, Marfil y Lynn fueron dados de alta.Sus cuerpos aún dolían, pero el alma comenzaba a sanar.Salieron juntos, en silencio, como si las palabras no alcanzaran para nombrar todo lo que habían vivido.Solo querían llegar a casa, lejos de todo ese lugar que les recordaba sangre, miedo y traición.Miranda, por decisión propia, se quedó atrás.Arturo aún no despertaba, pero ella lo haría. Lo esperaría, como una promesa callada que el tiempo nunca logró borrar.Cuando Arturo abrió lentamente los ojos, lo primero que vio fue el rostro dormido de Miranda, recostado con dulzura sobre el borde de su cama.Su corazón dio un vuelco. Era ella. No era un sueño, no era una ilusión de su mente dopada.Era Miranda. Viva, real, y ahí con él.Una lágrima se deslizó por su mejilla.Había soñado con volver a tenerla cerca, pero al mismo tiempo, había temido perderla para siempre.Pensó en esos tres añ
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