HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥ LA PRIMERA PARTE DE ESTA HISTORIA FINALIZÓ, Y AHORA CONTINUARÁ LA SEGUNDA PARTE QUE NOS CONTARÁ SOBRE LA VIDA DE OCTAVIO DARSON, HIJO DE MARFIL E IMANOL Y SU BÚSQUEDA DE UN BUEN AMOR, INCLUIREMOS A ALGUNOS PERSONAJES DE LA PRIMERA PARTE Y NUEVOS, SI TE HA GUSTADO, TE AGRADECERÍA QUE ME ACOMPAÑARAS Y APOYARAS EN ESTA NUEVA AVENTURA, ♥
"Mi madre y mi madrina me enseñaron que el amor no debe doler. El hombre que te ama debe ser bueno… debe ser un refugio, no un campo de batalla. Un lugar donde mi cabeza pueda descansar sin miedo a una traición", pensaba Luciana, mientras la tela blanca del vestido acariciaba el suelo como una nube de sueños.Estaba frente al espejo de cuerpo entero, en la boutique más elegante de Cirna Gora.El vestido de novia abrazaba su silueta con gracia: largo, estilo princesa, blanco como la esperanza que llevaba dentro.Los encajes bordados a mano caían desde sus hombros hasta la cintura, donde comenzaba la falda amplia, decorada con diminutos cristales que brillaban como estrellas.Alzó la vista y encontró los ojos de su madre reflejados en el espejo.Lynn estaba ahí, firme y temblorosa al mismo tiempo. Tenía las manos cruzadas frente al pecho, como quien guarda una plegaria. Una emoción temblorosa nublaba sus ojos… pero también algo más. Algo que apagó de pronto su sonrisa.—¿Madre? —pregunt
Samuel intentó acercarse a Luciana, pero apenas alzó la mano para tocarla, ella dio un paso atrás como si su piel le ardiera con solo sentir su cercanía.—Luciana… déjame explicarte. Samuel lo hizo por compasión —intervino Deisy con una voz débil, casi suplicante.—¿¡Compasión!? —Las lágrimas le temblaban en los ojos a Luciana, grandes y cristalinas, aferrándose a sus pestañas como si resistieran caer—. ¿¡Compasión!?Samuel la miró con un nudo en la garganta, su alma deshaciéndose en cada palabra que no encontraba.—Luciana… Deisy está muriendo —dijo al fin, la voz quebrada—. El cáncer volvió… y esta vez es implacable. Me casé con ella porque… es su último deseo. Solo eso.Luciana dio un paso atrás.Sintió un pinchazo en el pecho, como si algo se le desgarrara por dentro.Levantó la vista lentamente y miró a Deisy.La mujer parecía tan frágil… y, aun así, había algo en sus ojos que no le cuadraba, era un atisbo malicioso que la hacía sentir asqueada.Luciana negó con la cabeza, como s
Octavio Darson estaba sentado solo en el restaurante del hotel más lujoso de Cirna Gora.Era un sitio elegante, con candelabros de cristal que colgaban del techo y ventanales enormes que ofrecían una vista privilegiada al lobby.Las copas brillaban, la porcelana resplandecía y todo olía a exclusividad.Pero él no se sentía parte de ese mundo.El espresso humeaba frente a él, pero no lo tocaba. Jugaba con la taza entre los dedos, distraído.Estaba absorto, como si su mente estuviera atrapada en otra época, en otra vida.Una vida que olía a jazmines.Porque ese era el aroma que de pronto lo invadió. Jazmines. Su aroma.Luciana.Cerró los ojos y por un segundo se dejó llevar por el recuerdo.La imagen de ella aparecía como un eco persistente en su mente: su risa libre, sus ojos intensos, la manera en que caminaba como si perteneciera a todos los lugares y a ninguno al mismo tiempo.Había salido con otras mujeres, sí. Muchas. Pero ninguna lo había tocado de verdad. Ninguna había sido Luci
Las sirenas de la ambulancia rompían la calma sofocante de aquella tarde.Octavio estaba de pie, pálido como el mármol, sintiendo que su corazón latía con una fuerza brutal contra su pecho.No podía creer lo que acababa de presenciar. Su Luciana… su dulce Luciana, la misma que no podía borrar de su alma, estaba siendo subida a una camilla con movimientos apresurados, aunque delicados.Su rostro estaba cubierto por un ligero oxígeno, los ojos cerrados, la frente vendada, y apenas unas manchas de sangre en su ropa.No parecía grave, o al menos eso quería creer. Pero el miedo se coló por cada rincón de su ser.Sin pensarlo dos veces, subió a la ambulancia.Se sentó a su lado y tomó su mano con cuidado, sintiéndola fría, demasiado fría.Su pulso era suave, constante. Ella respiraba, y eso era lo único que lo mantenía con vida.—Resiste, Luciana… por favor. No me hagas esto —murmuró con voz rota, acariciando la piel de su brazo, temblando.Y entonces, mientras las luces del vehículo parpad
Luciana abrió los ojos lentamente. Un dolor sordo latía en su cabeza, pero fue un calor familiar el que la trajo de vuelta: una mirada, intensa, profunda, temblorosa.Eran los ojos turquesas de Octavio.Él la miraba como si se hubiese detenido el tiempo. Había en sus pupilas una mezcla de sorpresa y miedo, como si temiera que ella lo rechazara, que lo echara de su vida de nuevo. Esperaba su rencor, su furia... su odio.Pero lo que encontró fue otra cosa.Luciana lo observó con una mezcla de duda y ternura.Sus ojos brillaban con algo que se parecía demasiado al anhelo.No dijo nada al principio. Solo lo contempló, como si intentara leerle el alma. Luego, muy despacio, levantó una mano temblorosa.Octavio se tensó. Por un momento, creyó que ella iba a abofetearlo. ¿No era lo que merecía?Pero no.Luciana le acarició la mejilla. Su toque era suave, casi reverente. Una caricia que hablaba más que mil palabras.—¿Me amas a mí...? —susurró ella, con una voz rota, apenas audible, pero con e
«Mi esposo me engaña», Ariana Torrealba temblaba.Sus manos apenas podían sostener el teléfono móvil, mientras su corazón latía con fuerza, golpeando su pecho como un tambor de guerra.Su respiración era errática, entrecortada, y una sensación de ardor le recorría la garganta.Sus ojos, abiertos de par en par, estaban fijos en la pantalla, en esas palabras que parecían puñales clavándose directo en su alma.«¿Sabes que tu esposo está en mi cama? Hoy no llegará a dormir, querida socia, puedes esperarlo, yo lo voy a atender muy bien.»Los dedos de Ariana resbalaron sobre la pantalla mientras se desplazaba por los mensajes, su visión nublada por las lágrimas que corrían sin control por sus mejillas.Y entonces vio las fotos.Su esposo, Sergio Torrealba, dormía en una cama que no era la suya.Su rostro relajado, su brazo enredado en el cuerpo de otra mujer, abrazándola con la misma ternura con la que tantas veces la abrazó a ella.Esa mujer... Ariana la reconoció de inmediato.Lorna.Gere
Ariana despertó con los ojos hinchados y la garganta seca. No había dormido bien, pero tampoco esperaba hacerlo. Su corazón estaba destrozado.Tomó su teléfono de la mesita de noche con manos temblorosas.Apenas lo desbloqueó, la pantalla se iluminó con una nueva notificación. No estaba preparada para lo que vio.Un video.Con un nudo en el estómago, presionó "reproducir". Sus pupilas se dilataron, el aire abandonó sus pulmones y un dolor punzante le atravesó el pecho.Ahí estaba Sergio, su esposo, el hombre al que le entregó su amor y su confianza… con otra mujer.No eran simples caricias ni besos robados.No, aquello era crudo, brutal, una confirmación de lo que ya sospechaba, pero que en el fondo deseaba no fuera real.Ariana sintió arcadas.Soltó el teléfono y corrió al baño, cayendo de rodillas junto al inodoro.Vomitó bilis, el vacío en su estómago solo hacía más doloroso el espasmo.Lágrimas calientes caían sin control mientras apretaba los puños contra el suelo frío de mármol.
—¡Respóndeme, Ariana! —gritó Sergio, sacudiéndola con fuerza.Ariana sintió miedo.No era la primera vez que discutían, pero algo en sus ojos… algo en su expresión… la hizo estremecerse. Había furia, desesperación, pero también algo más oscuro, algo que la puso en alerta.«Si le digo que me iré, ¿qué pasará? No… no puedo hacerlo ahora. Nuestra despedida debe ser limpia. No quiero peleas, no quiero escuchar sus excusas. No hay disculpas para lo que me hizo.»Tomó aire, obligándose a mantener la calma.—¿De qué hablas? —preguntó con voz controlada—. Hoy acompañé a Miranda con una abogada. Tiene problemas serios con su esposo… ella va a divorciarse.El agarre de Sergio se aflojó al instante. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero lo que más resaltó en su rostro fue el alivio.—¿Miranda…? —susurró, parpadeando.Por un segundo, temió haber dejado entrever demasiado.Ariana lo notó. Su mirada afilada lo perforó con sospecha.—¿Y por qué crees que yo pediría el divorcio, Sergio? —preguntó c