Dos meses después
Miranda estaba sola en su habitación.
Afuera, el día era tranquilo, pero dentro de ella se libraba una tormenta.
Sus dedos temblaban mientras sostenía la prueba de embarazo entre las manos.
El corazón le latía tan rápido que apenas podía respirar.
Se había prometido no mirar aún… no hasta estar lista. ¿Pero cuándo estaría lista realmente para cambiar su vida para siempre?
Del otro lado de la puerta, Arturo caminaba de un lado al otro con una mezcla de ansiedad y esperanza que le revolvía el estómago.
Se esforzaba por mantener una sonrisa serena, pero la verdad era que los nervios lo estaban consumiendo. Quería que fuera positivo.
No solo porque también anhelaba tener un bebé, sino porque sabía cuánto lo deseaba Miranda. Y si el resultado era negativo… no soportaría ver el dolor en sus ojos.
Entonces, ella lo miró, tragó saliva y bajó la vista hacia la prueba.
Sus ojos se agrandaron. Durante un segundo no dijo nada.
Pero luego… una risa se le escapó del pecho.
Una risa