Punto de Vista de ElenaTomás siempre fue mío, y yo suya. Así había sido desde niños, cuando jugábamos juntos y nuestros padres se hicieron amigos. No recordaba el momento exacto en que comenzó todo, pero él siempre estuvo a mi lado.Tenía derecho a estar celoso y a ser posesivo, pero yo no pude decidir porque no podía cargar con cambiar la vida de todos.No podía reprochárselo. Sus ojos lucían sombríos bajo la luz del fuego, la única que iluminaba su rostro en esa noche oscura. Llevaba la capucha puesta. Si no lo conociera, me daría miedo acercarme.Desde el jardín de la Casa del Alfa, envuelta en una manta contra el frío nocturno, lo observaba arrancar las páginas de mi diario una por una antes de echarlas al fuego.No sabía si el frío venía de la noche o de la amargura de sus gestos, cuando se detenía a leer cada página antes de fruncir el ceño y rasgar el papel con saña.Tal vez había guardado ese diario para esto mismo, para que le sirviera de terapia si yo no lograba sobrevivir,
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