María PaulaAbrí mis ojos. Cuando mis padres hablaban conmigo, una enfermera ingresó para sedarme. Los nervios habían jugado fuertemente conmigo. Por momentos comenzaba a temblar, la instrucción médica era mantenerlos calmados. Al moverme, sentí el peso a un lado, enfoqué bien, el cabello rubio de Alexey fue fácil de distinguir.Se había quedado dormido, apoyado sobre la camilla, cerca del muslo. Le acaricié la mejilla, pero no se despertó. Mis ojos se humedecieron, nunca perdí la fe en que él iba a encontrarme, de hecho, todos iban a rescatarme. Cuando llegué a la avenida, vi a Óscar en vez de él. —Un acto estúpido de mi parte, porque sabía de su pelea.A esa hora era imposible que viniera; en todo caso, caí como tonta en la trampa. En ese instante supe lo idiota que fui, luego no pude zafarme del agarre en mi muñeca. Cuando puse resistencia, recibí el primer golpe en la cara. Sus ojos parecían dilatados; se había drogado para secuestrarme.Quien manejaba era un hombre mayor, parecía
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