Ernesto
Había llegado al aeropuerto, no había logrado dormir. La culpa iba a matarme, pero que sea Alonso quien me aniquile. Al menos me aseguraré de acabar con nuestra pesadilla. Al ingresar distinguí a unos perfectos matones vestidos de negro. Llegué a su lado con la pequeña maleta, me presenté hablando un decente italiano. Con Eros debías aprender varios idiomas o no podías hacer parte de una conversación de hermanos.
—En cuatro horas sale el vuelo.
—¡Ernesto!
Cerré mis ojos, les había pedido que no vinieran. Además, ayer fui grosero con mamá. Al darme la vuelta estaba mi familia, menos Angélica. El abrazo de papá y verlo llorar, fue un choque emocional.
—No lo hagas, hijo.
—Es la única manera. Una vez me encuentren en la sala de espera, los llamarán.
—Al menos prométeme que llamarás. Sigo siendo tu padre, hijo.
—No puedo, debo cortar todo vínculo con ustedes, lo sabes. —Mamá lanzó un aullido, llamando la atención de los presentes. Le di un beso en la mejilla al hombre al que siemp