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Todos los capítulos de Atada a un hombre cruel: Capítulo 31 - Capítulo 40
40 chapters
Maldito paraíso
EMILIAEl aroma del pan tostado llenaba el aire, mezclado con un toque de mantequilla derretida y el sonido suave de los huevos chisporroteando en el sartén. Me movía con una calma, como si lo que pasó anoche fuera algo normal. Como si fuéramos solo una pareja más, despertando juntos, compartiendo algo tan trivial como preparar el desayuno.Pero nada de esto era trivial para mí.Después de cinco años de silencio, tenerlo ahí, dormido en mi cama, con mi olor sobre su piel… era surrealista.Había tomado una decisión silenciosa: vivir un día. Solo uno. Cómo si fuéramos normales. Como si no nos debiéramos tanto. Sentí sus pasos antes de escucharlos. Su energía siempre llenaba la habitación segundos antes que él.Di un respingo al sentir sus brazos que me rodearon por detrás, fuertes, seguros, cálidos. Se aferró a mí como si fuera algo valioso, como si tuviera miedo de que me desvaneciera entre sus dedos. Su nariz rozó mi cuello y aspiró mi aroma. Me estremecí cuando soltó un par de besos s
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Secretos
EMILIA Era la hija de la amante de su papá. Era lo único que pasaba por mi cabeza y las posibilidades más retorcidas se me vinieron a la mente como si fueran avispas enfurecidas atacándome. No lo podía creer. No lo quería creer. Muchas veces la ignorancia era un sinónimo de felicidad.¿Cómo me sentía? No lo sabía. Yo. . . No sabía de qué manera mirar a Brandon. . .No fue un grito. No fue una lágrima inmediata. Fue el silencio lo que me hizo quebrarme en el interior. Era aquel tipo de silencio que solo ocurre cuando se te cae el mundo de los hombros y no puedes ni hablar para pedir ayuda. Solo lo miré. Lo miré como si acabara de dispararme en el pecho con una palabra.Amante. — ¿Mi madre? —Pregunté, aunque ya lo había entendido. Lo supe antes de que lo dijera. Nunca lo vi venir. No lo había sospechado porque mi papá siempre había estado bien con ella. . .— Emilia. . .— ¿Mi madre fue ella?Él asintió. Y eso bastó.No lloré. No aún. Caminé hacia la cocina. Tomé el primer vaso que en
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Mujer ajena
BRANDONMe sentía una basura de hombre. No quería ver a nadie. Solo quería estar en mi miseria y que el mundo desapareciera, que solo me dejara con Emilia a mi lado. Me habría gustado poder retroceder el tiempo y no haberla lastimado de esa manera. La entendía. Sabía su frustración y. . . No había sido fácil tampoco para mí asimilar cuando me enteré de quién era Emilia.El hielo tintineó en el vaso mientras el whisky bajaba por mi garganta como fuego líquido, quería que algo quemara el dolor que estaba sintiendo. Estaba solo en mi oficina. La luz tenue apenas iluminaba los papeles esparcidos sobre el escritorio.Guiones.Decenas de ellos.Firmados por el mismo nombre: Bishop Moon. Era lo único en lo que me podía distraer. Esa mente brillante que me tenía obsesionado. Esas historias que calaban tan hondo, que dolían, que hablaban de mujeres rotas y hombres incapaces de amarlas hasta que ya era demasiado tarde.Había algo en esa narrativa que me golpeaba como un déjà vu emocional. Como
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¿Jugadora o víctima?
EMILIA No podía dormir.El techo se sentía como una pantalla blanca donde se proyectaban todos mis recuerdos. Mi madre diciendo que “no fue tan simple”. Brandon haciéndome el amor después de cinco años de matrimonio vacío, mientras yo lo echaba de mi vida con las manos temblorosas.Y ese silencio. Ese maldito silencio que dejaba huecos en el pecho. Me giré en la cama una, dos, cinco veces. Nada.Me levanté. Caminé en la oscuridad, guiada solo por el pulso que latía como un tambor en mis sienes. Me senté frente al escritorio, encendí la lámpara y abrí el portátil. El cursor titilaba, impaciente, como si también supiera que algo necesitaba salir.Y lo hice.Escribí con furia, rabia, con la piel ardiendo y el alma hecha trizas. Escribí sobre una mujer que se convirtió en fantasma en su propio hogar, que aprendió a volverse aire para no estorbar, que se tragó su voz, su dolor, sus deseos hasta volverse transparente.Pero también escribí sobre cómo esa mujer despertaba. Con cada palabra me
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Las flores que te di
BRANDONVer a Emilia en la casa después de haber vivido más de seis meses de su ausencia, fue un golpe de deseo. Nunca debió salir de casa. Debió quedarse y yo debí tratarla como ella se merecía. Parecía que el alma de mi hogar se fue desde que ella me dejó. Había creído que era una mujer interesada, una cazafortunas, como me lo habían dicho. Me fui con esa idea porque era la hija de la amante de mi papá. Todo cambió de un momento a otro y Emilia me había dado una gran lección, porque los hijos podemos ser diferentes a los padres. Ella era un claro ejemplo. — Emilia —. Fue lo único que pude decir sin perderla de vista.Había sido uno de esos días que no deberían existir. De esos que te hacen preguntarte si el universo tiene algo personal contra ti, y que parece disfrutar verte tambaleando, al borde del colapso. Todo había sido un desfile de miserias. Llamadas de inversionistas con tonos venenosos, reuniones donde se hablaba de “daños colaterales”, periodistas que, sin escrúpulo algu
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Habitación de paso
BRANDONNo podía dejarla ir.No después de leer ese maldito mensaje. No después de verla ahí, en mi casa, con su cabello enredado por el viento y los ojos cargados de todo lo que habíamos callado.Guardé el teléfono en el bolsillo, forzando una sonrisa que sabía que no engañaría a nadie.— ¿Todo bien? —preguntó Emilia, frunciendo el ceño.Mentirle era lo último que quería hacer, pero decirle la verdad podría ponerla aún más en peligro. Pero es que ni siquiera yo tenía idea de qué era lo que estaba pasando. Alguien no nos quería juntos. Me estaba comenzando a replantear todo lo que sabía. Por el momento no tenía sospecha de nadie. — Todo bien —. Mentí, acercándome a ella. Tenía que averiguar primero qué mier**da estaba pasando, antes de siquiera asustarla.La estudié. Esa mujer era una bomba de relojería y ni siquiera lo sabía. Si alguien se atrevía a tocarle un solo cabello, iba a descubrir lo que era desatar el verdadero infierno.— ¿Quieres algo de beber? —Pregunté, intentando son
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Te lo advertí
EMILIAFue un golpe de impresión ver que Brandon se había mudado a mi antigua habitación y la había dejado intacta. Quería odiarlo, desconfiar de él, y que siguiera siendo el mismo hijo de pu**ta que me había ignorado por completo. Al menos de esa manera me sería más fácil dejarlo atrás. Pero desde que me había ido de su vida, él había estado haciendo todo lo posible por jalarme de vuelta a su lado. Lo peor de todo es que una parte de mí quería ceder, y otra estaba entrando en pánico porque no quería volver a ser una tonta que cae de nuevo en la misma cosa. Me quedé de pie en el umbral. Era mi habitación, pero no lo era. Era de él, pero tampoco lo era. Éramos nosotros, tal vez por última vez.— No te voy a tocar. . . A menos que quieras —. Estaba siendo cuidadoso y esa era una parte de él, de la cual siempre me había enamorado. Esas palabras me hicieron tragar saliva con tanta fuerza que sentí el nudo hasta la base del cuello. Brandon se acomodó entre las sábanas como si de verdad
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Solo déjame hacerlo
BRANDON Había creído ingenuamente que nuestra casa, porque Emilia seguía siendo mi esposa, era un lugar seguro, pero me estaba equivocando. Tenía que aumentar la seguridad y definitivamente mantener vigilada a mi mujer, porque nadie me estaba sacando la idea de que ella ya no era más mía. El zumbido del teléfono me disparó las alarmas, porque ¿quién, maldita sea, manda un mensaje a las tres de la mañana?Emilia dormía a mi lado, con el rostro completamente relajado, ajena al puto infierno que estaba a punto de desatarse. Así la quería ver, libre de preocupaciones. Tal vez fue uno de los motivos por los cuales decidí llevar cinco años de matrimonio alejado de ella. Miré la pantalla de mi celular. DESCONOCIDO: Te lo advertí.Tragué saliva. Mi primer impulso fue maldecir en silencio, ignorar, fingir que era un mal sueño. Pero algo en mis tripas me gritaba que esto no era solo una amenaza vacía. Algo estaba a punto de romperse y no quería que Emilia sufriera las consecuencias. Me le
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Quiero que me des todo
EMILIAFue un error dejar que me besara. Un error delicioso, ardiente, devastador. Así eran sus besos y yo ansiaba por sentirlos, por devorarlos, porque en cuanto sus labios tocaron los míos, mi cuerpo olvidó todas las razones por las que no debía ceder.Me estampó contra la pared con esa seguridad dominante que tanto odiaba y tanto deseaba. Sus manos, firmes en mi cintura, parecían tener memoria propia, como si recordaran cada centímetro de mi piel, cada temblor que me provocaba su toque. Su boca se movía con hambre. No era un beso tierno. Era una maldita declaración de poder.Y lo peor es que me sentí a salvo, ridículamente protegida por él.Como si, en medio del caos que me rodeaba, él fuera el único lugar donde podía bajar la guardia sin miedo a romperme.Su lengua acarició la mía, y el aire se volvió innecesario. Mis manos, las traidoras, se aferraron a su camisa. Tiré de ella, necesitaba sentirlo más cerca, como si pudiera fundirme en él y desaparecer.— Jo**der, Emilia —. Susur
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¿Qué pretendes como Bishop Moon?
EMILIATodavía sentía sus labios, el sabor, la forma en que su boca devoró la mía como si no existiera el mañana.Me dejaste ardiendo, Brandon.No solo el cuerpo sino también el alma y esas ganas por estar de nuevo con él. Me recargué contra la puerta, apenas cerró y puse una mano sobre mi pecho. Mi corazón no paraba de latir con fuerza. No bajaba la intensidad de la pasión que sentía por él. Estaba acelerado como si hubiera corrido maratones, como si todo mi sistema nervioso estuviera vibrando en una frecuencia que no sabía manejar.¿Y si vuelvo con él? ¿Y si no debo hacerlo? ¿Y si me rompo por segunda vez? Negué con la cabeza y caminé hacia la cocina. Necesitaba agua, aire, lógica. Y no tenía ninguna de las tres. Tenía que tomarlo con calma, analizarlo, pensarlo con cabeza fría y no después de que me hubiera besado de esta manera. El beso, su mirada, la forma en que me sostuvo como si aún le perteneciera, y lo peor de todo: cómo me sentí segura entre sus brazos. No amada, no cuidad
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