EMILIA
Era la hija de la amante de su papá.
Era lo único que pasaba por mi cabeza y las posibilidades más retorcidas se me vinieron a la mente como si fueran avispas enfurecidas atacándome. No lo podía creer. No lo quería creer. Muchas veces la ignorancia era un sinónimo de felicidad.
¿Cómo me sentía? No lo sabía. Yo. . . No sabía de qué manera mirar a Brandon. . .
No fue un grito. No fue una lágrima inmediata. Fue el silencio lo que me hizo quebrarme en el interior. Era aquel tipo de silencio que solo ocurre cuando se te cae el mundo de los hombros y no puedes ni hablar para pedir ayuda. Solo lo miré. Lo miré como si acabara de dispararme en el pecho con una palabra.
Amante.
— ¿Mi madre? —Pregunté, aunque ya lo había entendido. Lo supe antes de que lo dijera. Nunca lo vi venir. No lo había sospechado porque mi papá siempre había estado bien con ella. . .
— Emilia. . .
— ¿Mi madre fue ella?
Él asintió. Y eso bastó.
No lloré. No aún. Caminé hacia la cocina. Tomé el primer vaso que en