Mis lindos lectores,¿qué opinan sobre lo que acaba de pasar entre estos dos? Las leo en comentarios. Si quieren echar chisme conmigo pueden buscarme como Anna Cuher en r3d3$ $0c¡al3s.Por cierto tengo otra novela en curso, la pueden buscar como SEDUCIDA POR MI JEFE :)
BRANDONMe sentía una basura de hombre. No quería ver a nadie. Solo quería estar en mi miseria y que el mundo desapareciera, que solo me dejara con Emilia a mi lado. Me habría gustado poder retroceder el tiempo y no haberla lastimado de esa manera. La entendía. Sabía su frustración y. . . No había sido fácil tampoco para mí asimilar cuando me enteré de quién era Emilia.El hielo tintineó en el vaso mientras el whisky bajaba por mi garganta como fuego líquido, quería que algo quemara el dolor que estaba sintiendo. Estaba solo en mi oficina. La luz tenue apenas iluminaba los papeles esparcidos sobre el escritorio.Guiones.Decenas de ellos.Firmados por el mismo nombre: Bishop Moon. Era lo único en lo que me podía distraer. Esa mente brillante que me tenía obsesionado. Esas historias que calaban tan hondo, que dolían, que hablaban de mujeres rotas y hombres incapaces de amarlas hasta que ya era demasiado tarde.Había algo en esa narrativa que me golpeaba como un déjà vu emocional. Como
EMILIA No podía dormir.El techo se sentía como una pantalla blanca donde se proyectaban todos mis recuerdos. Mi madre diciendo que “no fue tan simple”. Brandon haciéndome el amor después de cinco años de matrimonio vacío, mientras yo lo echaba de mi vida con las manos temblorosas.Y ese silencio. Ese maldito silencio que dejaba huecos en el pecho. Me giré en la cama una, dos, cinco veces. Nada.Me levanté. Caminé en la oscuridad, guiada solo por el pulso que latía como un tambor en mis sienes. Me senté frente al escritorio, encendí la lámpara y abrí el portátil. El cursor titilaba, impaciente, como si también supiera que algo necesitaba salir.Y lo hice.Escribí con furia, rabia, con la piel ardiendo y el alma hecha trizas. Escribí sobre una mujer que se convirtió en fantasma en su propio hogar, que aprendió a volverse aire para no estorbar, que se tragó su voz, su dolor, sus deseos hasta volverse transparente.Pero también escribí sobre cómo esa mujer despertaba. Con cada palabra me
BRANDONVer a Emilia en la casa después de haber vivido más de seis meses de su ausencia, fue un golpe de deseo. Nunca debió salir de casa. Debió quedarse y yo debí tratarla como ella se merecía. Parecía que el alma de mi hogar se fue desde que ella me dejó. Había creído que era una mujer interesada, una cazafortunas, como me lo habían dicho. Me fui con esa idea porque era la hija de la amante de mi papá. Todo cambió de un momento a otro y Emilia me había dado una gran lección, porque los hijos podemos ser diferentes a los padres. Ella era un claro ejemplo. — Emilia —. Fue lo único que pude decir sin perderla de vista.Había sido uno de esos días que no deberían existir. De esos que te hacen preguntarte si el universo tiene algo personal contra ti, y que parece disfrutar verte tambaleando, al borde del colapso. Todo había sido un desfile de miserias. Llamadas de inversionistas con tonos venenosos, reuniones donde se hablaba de “daños colaterales”, periodistas que, sin escrúpulo algu
BRANDONNo podía dejarla ir.No después de leer ese maldito mensaje. No después de verla ahí, en mi casa, con su cabello enredado por el viento y los ojos cargados de todo lo que habíamos callado.Guardé el teléfono en el bolsillo, forzando una sonrisa que sabía que no engañaría a nadie.— ¿Todo bien? —preguntó Emilia, frunciendo el ceño.Mentirle era lo último que quería hacer, pero decirle la verdad podría ponerla aún más en peligro. Pero es que ni siquiera yo tenía idea de qué era lo que estaba pasando. Alguien no nos quería juntos. Me estaba comenzando a replantear todo lo que sabía. Por el momento no tenía sospecha de nadie. — Todo bien —. Mentí, acercándome a ella. Tenía que averiguar primero qué mier**da estaba pasando, antes de siquiera asustarla.La estudié. Esa mujer era una bomba de relojería y ni siquiera lo sabía. Si alguien se atrevía a tocarle un solo cabello, iba a descubrir lo que era desatar el verdadero infierno.— ¿Quieres algo de beber? —Pregunté, intentando son
EMILIAFue un golpe de impresión ver que Brandon se había mudado a mi antigua habitación y la había dejado intacta. Quería odiarlo, desconfiar de él, y que siguiera siendo el mismo hijo de pu**ta que me había ignorado por completo. Al menos de esa manera me sería más fácil dejarlo atrás. Pero desde que me había ido de su vida, él había estado haciendo todo lo posible por jalarme de vuelta a su lado. Lo peor de todo es que una parte de mí quería ceder, y otra estaba entrando en pánico porque no quería volver a ser una tonta que cae de nuevo en la misma cosa. Me quedé de pie en el umbral. Era mi habitación, pero no lo era. Era de él, pero tampoco lo era. Éramos nosotros, tal vez por última vez.— No te voy a tocar. . . A menos que quieras —. Estaba siendo cuidadoso y esa era una parte de él, de la cual siempre me había enamorado. Esas palabras me hicieron tragar saliva con tanta fuerza que sentí el nudo hasta la base del cuello. Brandon se acomodó entre las sábanas como si de verdad
EMILIA (CINCO AÑOS DESPUÉS) Perdí cinco años de mi vida creyendo que el amor puede nacer del odio. Hoy vine a su habitación a devolverle su libertad, y yo reclamar la mía. Me paré frente a la puerta de su habitación con el folder abierto. Observé una última vez el papel que relucía en letras rojas: Acuerdo de divorcio. Tomé aire y pasé. — ¿Qué haces aquí? —Escuché su voz cruel retumbando en mis oídos. Avancé con paso firme, sin pestañear. Ya había tomado la decisión y no había marcha atrás. — Te traje un regalo —. Caminé con el corazón estrujado en la mano. Vi su cara de desprecio y eso fue suficiente para tomar valor y enfurecer. Le aventé la carpeta con los documentos a la cara, y el sonido del golpe seco, hizo eco en la habitación al caer los papeles de su regazo. — ¿Qué es esto? —Me miró confundido porque no estaba entendiendo nada. — Tu libertad —. Y la mía. Pensé en el fondo—. Como ves, tuve los malditos ovarios para firmar el acuerdo de divorcio. Fírmalo de una b
EMILIADesperté y lo primero que vi en el suelo fue el vestido blanco de novia que lucía como un cadáver de algún animal sobre el camino, que nadie quería levantar. Así era nuestro matrimonio. Con el estómago hecho nudos, como si algo me hubiera raspado por dentro toda la noche, y mis párpados pesados, pero no de sueño, sino de dignidad marchita, me levanté de la cama. La habitación olía a perfume rancio, alcohol y desilusión. Eso era lo que Brandon había traído hace unas horas, cuando llegó en plena madrugada a decirme que nuestro matrimonio solo era un maldito papel, sin sentimientos ni nada más de por medio. Y en el fondo, una certeza me ahogaba el pecho, pues no era una esposa. Era un adorno que envolvieron en un vestido blanco y que él ni siquiera quiso desempacar.Caminé descalza por el mármol helado, sintiendo cómo cada paso despertaba una punzada de rabia que me subía desde los pies hasta la garganta. Me quité el velo, recogí el vestido sin cuidado, y lo lancé al cesto de la
BRANDONOdiaba los lunes, pero odiaba más despertarme con el recuerdo de que tenía una esposa. Una que no había pedido y que ahora respiraba bajo mi mismo techo, caminaba por mis pasillos, ocupaba mis espacios.Una esposa con un maldito apellido que odiaba más que cualquier otra cosa. Ricci. Ahora portaba mi nombre y eso lo odiaba aún más. Aunque debo admitir que cuando vi en el certificado de matrimonio su nuevo nombre, sentí cierto alivio. Emilia Ricci de Moretti era la mujer que estaba evitando ver a toda costa. Durante los últimos meses llegaba a tarde a casa con la finalidad de no verla después de trabajar, incluso me levantaba más temprano de lo usual para no encontrarla por las mañanas. Nunca desayunaba en casa, nunca comía, tampoco hacía el esfuerzo de llegar a cenar, y, sin embargo, su maldita presencia estaba en toda la casa. De ser una casa minimalista a más no poder, Emilia ponía flores frescas en los jarrones cada cuatro días, cambió los cuadros grises por unos llenos de