BRANDON
Me sentía una basura de hombre. No quería ver a nadie. Solo quería estar en mi miseria y que el mundo desapareciera, que solo me dejara con Emilia a mi lado.
Me habría gustado poder retroceder el tiempo y no haberla lastimado de esa manera. La entendía. Sabía su frustración y. . . No había sido fácil tampoco para mí asimilar cuando me enteré de quién era Emilia.
El hielo tintineó en el vaso mientras el whisky bajaba por mi garganta como fuego líquido, quería que algo quemara el dolor que estaba sintiendo. Estaba solo en mi oficina. La luz tenue apenas iluminaba los papeles esparcidos sobre el escritorio.
Guiones.
Decenas de ellos.
Firmados por el mismo nombre: Bishop Moon.
Era lo único en lo que me podía distraer. Esa mente brillante que me tenía obsesionado. Esas historias que calaban tan hondo, que dolían, que hablaban de mujeres rotas y hombres incapaces de amarlas hasta que ya era demasiado tarde.
Había algo en esa narrativa que me golpeaba como un déjà vu emocional. Como