El silencio en la oficina era abrumador. Nicolás se encontraba solo, rodeado de papeles, contratos y el persistente sonido del reloj marcando las horas que parecían eternas. Había pasado un mes desde la última vez que vio a Hellen. Un mes sin su sonrisa, sin su voz, sin su presencia.Cada día llamaba. Cada noche le dejaba mensajes de voz, algunos cortos, otros desesperados. Revisaba sus redes, su correo, su agenda... Todo parecía indicar que Hellen se había evaporado del mundo. Como si realmente quisiera arrancarlo no solo de su vida, sino de su corazón.Su hermano Michael intentaba animarlo sin éxito.—Solo ten paciencia —decía una y otra vez—. Cuando la veas, intenta hablar con ella, con calma. Tal vez...Pero Nicolás ya no tenía esperanzas. Se sentía vacío. Cada rincón de la casa, de la oficina, del mundo... le recordaba a Hellen. El departamento que compartieron ahora era una cárcel sin alma. No quedaban rastros de ella, como si hubiese pasado una tormenta arrasando con todos los
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