CAPÍTULO — EL LATIDO QUE CAMBIÓ TODO La mesa estaba servida en la casa grande de la manada. El olor a pan recién hecho se mezclaba con el estofado caliente, y las velas iluminaban los rostros con un resplandor cálido. Por primera vez en mucho tiempo, Khael, Eliana, Nayara, Gael y Alaric compartían una cena en paz. Había risas, había brindis, y también silencios cargados de emoción. Eliana no dejaba de mirar a su hija como si quisiera memorizar cada gesto, cada sonrisa, cada palabra. Khael, por su parte, tenía la mano sobre la de su compañera, como si temiera que al soltarla, el destino lo castigara de nuevo. En medio de la charla, Gael miró a Nayara y sonrió con picardía. —Papá, tío, mamá… hay algo que no les contamos todavía. Nayara se sonrojó, pero Gael no le dio tiempo a protestar. —Fue en plena madrugada. Naya me despierta de golpe y me dice: “Gael, hay un ruido raro en la habitación. Es como un latido despacito. Seguro hay un ratón en la pieza, anda a buscarlo”. La m
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