El silencio del bosque era denso, interrumpido solo por el crujido de hojas bajo patas fuertes y la respiración acompasada de dos lobos que avanzaban con sigilo. Uno, imponente y cobrizo, tenía los ojos grises. El otro, más ágil y pequeño del mismo color, trotaba a su lado con la emoción vibrando en sus músculos jóvenes.Zadkiel, ahora con veintiocho años, avanzaba sin vacilar, cada paso firme a pesar de la oscuridad eterna que lo rodeaba, Rhory, su lobo, era su vista, su guía, pero en ese momento el príncipe era cauteloso, ya que cazaba con su pequeño hermano, Marlon, quien apenas tenía dieciséis.Los dos cazaban en silencio, siguiendo el rastro de un ciervo herido cuando, de pronto, el silencio del bosque se quebró con un grito agudo. No era el chillido de un animal, sino el clamor desesperado de varias personas, Zadkiel detuvo su carrera en seco. Su respiración era lenta y profunda. Giró la cabeza hacia la fuente del sonido, sus orejas en alerta total.—¿Lo escuchaste? —gruñó menta
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