La voz de Liam estalló desde uno de los bordes del claro. Briella se tensó en los brazos de Zadkiel. Él la sostuvo con más firmeza, pero no dijo nada. Solo esperó.
—¿Qué haces? —gruñó Liam mientras se abría paso entre los presentes—. ¿Bailando con él? ¿Es esto lo que haces ahora? Ni siquiera hablas conmigo, me dejas por esta bestia.
Un gruñido salió desde los labios de Zadkiel.
Zadkiel no respondió, pero sus mandíbulas apretadas y los músculos tensos bajo la camisa eran más elocuentes que cualquier palabra, Rhory también rugía bajo la superficie, pidiendo salir. Sin embargo, se contuvo. Por ella.
Briella caminó con paso firme hacia Liam, cruzando el claro entre las miradas expectantes de los asistentes. Su vestido blanco ondeaba con cada movimiento, y aunque su rostro intentaba mantenerse sereno, sus ojos reflejaban la tormenta que la agitaba por dentro.
—¿Podemos hablar… sin todo el mundo observando? —preguntó con voz baja, pero firme.
Liam soltó una carcajada amarga.
—¿Ahora sí quie