AlexanderCreí, ingenuamente, que las cosas empezarían a calmarse. Después de la reunión con el consejo, después de poner en juego mi apellido y mis intereses por honrar la verdad, pensé que podría respirar con más tranquilidad. Que había dado el paso más difícil. Qué estúpido fui.La mañana comenzó como cualquier otra. Reuniones, documentos, reportes. La rutina volviendo a su lugar, reconstruyéndose sobre un terreno aún inestable, pero al menos en pie. Me encerré en mi oficina, cerré el portátil y me permití mirar por la ventana durante unos segundos. Desde lo alto del edificio, el mundo parecía tan pequeño, tan simple. Ojalá lo fuera.
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