Camila—¡Buenos días, señora Salinas! ¡Arriba, que es su boda! ¡Vamos, vamos, vamos!Parpadeé varias veces, intentando procesar la luz del sol que entraba por la ventana. Ahí estaba Tronchatoro, con casi nueve meses de embarazo, disfrutando de mi miseria y humillándome.Me negué a abrir los ojos y ella frunció los labios.—Señora Salinas, cinco minutos más. Voy por su desayuno —parecía que el embarazo la había vuelto, al menos, un poco condescendiente.Volví a cerrar los ojos y Morfeo me envolvió otra vez en sus brazos.—¿En serio, Camila? ¡Es hora de mover ese trasero!Entre abrí los ojos solo para encontrarme con la silueta agitada de mi suegra, sacudiéndome con energía.Parpadeé, todavía medio dormida, y solté un gemido mientras intentaba girarme. Gran error.—Ay, por el amor de todo lo sagrado… —me quejé—. ¿No podía ser un poquito más… considerada? Estoy embarazada de dos. ¡Dos, suegrita! No soy un colibrí, soy un dirigible.Ella resopló y se cruzó de brazos.—¡Y tú crees que no l
Leer más