Camila Cuando Felipe me colgó el teléfono, intenté volver a llamar a Joaquín. "No puedo creer lo sinvergüenza que es Felipe." Antes de que pudiera marcar de nuevo, el timbre de la puerta sonó.Fruncí el ceño, dejando el móvil en la mesa, y fui a abrir. Apenas giré la perilla, dos pequeños torbellinos se lanzaron sobre mí.—¡Tía! —gritó Amy, abrazándome con fuerza, mientras Nathan hacía lo mismo por el otro lado.—¡Amy, Nathan! —exclamé sorprendida, rodeándolos con los brazos—. ¿Qué hacen aquí? ¿Están bien?—No están aquí para los abracitos —dijo una voz amarga detrás de ellos.Levanté la mirada y vi a Gustavo de pie en el porche, con el rostro enfurecido. Intentó avanzar hacia los niños, pero Andrés le puso una mano en el pecho, impidiéndole el ingreso.—No permito escenas en esta casa, señor Andrade —dijo Andrés, con voz amenazante—. Manténgase fuera.Gustavo bufó, cruzándose de brazos con una expresión de fastidio.—Ya les dije —gruñó—. Saquen sus cosas y nos vamos. No tengo todo
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