Joaquín
Me pasé todo el día metido en reuniones con accionistas y nuevos proyectos para la empresa.
Apenas tuve tiempo para almorzar algo rápido. Así que, en cuanto terminé mis obligaciones, hice lo único que me apetecía.
Sin pensarlo dos veces, tomé el teléfono y marqué el número de mi amada esposa.
—Hola, viejito, —respondió con una voz suave que me hizo sonreír.
—Hola, mi reina, —dije, sintiendo cómo la tensión del día comenzaba a desvanecerse—. ¿Cómo estás? ¿Encontraste los papeles que estabas buscando?
—Sí, ya los tengo —respondió—. Todo esta listo para entregárselos al abogado.
—Perfecto. ¿Cómo te sientes… con esa avalancha de recuerdos? —pregunté intentando ser lo más sutil.
—Bien, —dijo, su tono tenía un deje de cansancio y su voz, aunque trato de disimular, se escuchaba ronca—. Mejor ahora que hablo contigo. Estaré esperándote para cenar.
Mi sonrisa se ensanchó automáticamente. No importaba cuán caótico hubiera sido mi día; escucharla decir cosas así siempre lo hacía todo m