Habían pasado varios días desde el incidente en la sala. La casa de los Salvatore se mantenía en un extraño estado de calma tensa, como si cada rincón contuviera el eco de las palabras dichas a gritos, o el peso de las que nunca se pronunciaron.Leonardo se había mantenido atento a Alanna, respetando sus silencios, cuidando sus espacios. Ella, por su parte, se mostraba distante, más reflexiva que de costumbre. Cada noche, cuando creía que él dormía, Alanna se quedaba largo rato mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos.Esa tarde, mientras él terminaba de ordenar unos documentos en el estudio, Alanna se asomó en el umbral. Llevaba el cabello suelto, una blusa sencilla, pero sus ojos hablaban de algo más profundo.—¿Tienes un momento? —preguntó con tono neutro.Leonardo levantó la vista de inmediato, dejando todo a un lado.—Claro. Pasa.Ella entró despacio, sentándose frente a él. No había tensión en su postura, pero sí un aire de firmeza que no pasaba desapercibido.—He tom
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