Se quedaron en silencio, sin saber cómo empezar una conversación que habían ensayado muchas veces en esas semanas de estar separados. Alelí bajó la vista y, otra vez, se llevó como por casualidad, la mano a la barriga. Tenía un par de secretos que no le había dicho aquel día, ni tampoco se atrevió a comentárselos a Lawrence. No ¿Cómo hacerlo? Si sabía que dar nombre a ese asunto sería un gran problema para su amado. Por eso había mantenido oculta su barriga de los ojos de todo el mundo. Incluida su familia. Pero todo eso no había servido nada con su primo. El muy cabrón la conocía muy bien. Demasiado bien y por eso es que la obligó a hacer cara a la situación. Así pues, en ese momento, teniendo a Audrey de frente, tuvo que reconocer, muy a regañadientes, que Brishen tenía razón. Tanto más daba lo que llegara a ocurrir entre ellos. Pero, a ese hombre, si es que ella lo amaba tanto como insistía, le debía el derecho de saber la verdad.—Ven conmigo, hablemos en un lugar más tranquilo
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