—Si tía ya lo prometió, entonces que ella lo resuelva.Sofía le dijo a la sirvienta que estaba cerca:—Liz, organiza un hotel para la señorita Hernández. Ella puede quedarse todo el tiempo que quiera, pero es hora de saber quién es el huésped y quién es la anfitriona. ¿No es así, Lola?Sofía no pasó por alto la mirada que Lola le había dirigido.Al oír sus palabras, Lola se mostró inmediatamente nerviosa. Miró a Luisa buscando ayuda, y Luisa explotó de rabia:—¡Qué te crees, Sofía! ¿Ya te crees la dueña de la casa? No olvides quién ha manejado este hogar todo este tiempo. ¿No tienes vergüenza?—Tía, esta casa siempre ha sido mía. Antes, por respeto a tu edad, te dejé encargarte de las cosas, pero no te creas que eres la señora de la casa. Si no quieres que Lola se vaya, tendré que pedirles a ambas que se vayan.—¡Tú…!—Perdón, señora Sofía, yo no quería ser una molestia. Voy a irme ahora mismo.Lola, al ver la situación, se apresuró a disculparse.—¡Qué niña tan obediente eres!Luego,
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