Todos os capítulos do CASADOS POR ERROR. MI DESCONOCIDA ESPOSA: Capítulo 91 - Capítulo 100
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91. EL REGRESO DE JARRET A ITALIA
Helen no respondió. Había algo en su mirada que sugería cansancio, pero también prudencia; sabía que, en ese estado, cualquier palabra podía desencadenar reacciones aún más intensas en Jarret. Él, por su parte, respiraba agitado, en un intento inútil por recuperar aunque fuera una parte de su compostura. Dentro de sí, una tormenta siseaba: su ego herido, su odio a la incertidumbre, la humillación que aún sentía clavada como una espina punzante. Cristal podía estar lejos porque así lo había decidido, y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que hacía que su rabia fuera incontrolable.Estuvieron esperando a los italianos, pero llegaron completamente borrachos, sin rastro de Cristal, y para cuando los veladores se dieron cuenta, ya se habían escabullido. Apenas lograron encontrar una pista: el auto en el que habían llegado y del que l
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92. ALGO DA VIDA DE GERÓNIMO
Gerónimo detectó de inmediato el centelleo de celos en sus ojos. No pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro; ese destello le decía más de lo que las palabras podían expresar. Eso significaba que Cristal sentía algo genuino por él, algo real.—No te voy a negar que me pasó por la cabeza aceptarlo, para que ellos fueran felices —confesó con una honestidad desarmante, como era su estilo—, pero gracias a Dios, tú apareciste ese día, Cielo, y te lanzaste a mis brazos. Cambiaste todo en un instante. Gracias, Cristal. Tú también me salvaste.El auto continuó deslizándose con suavidad por la carretera, mientras la cabaña comenzaba a aparecer a lo lejos entre los árboles. El ambiente entre ellos estaba cargado de tensiones que se entretejían con emociones profundas, pero ninguno parecía querer soltarlas de
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93. EL ENEMIGO COMÚN
Gerónimo la observó intensamente, intentando asimilar lo que había escuchado. Aquel detalle vinculaba accidentalmente la oscura historia de Cristal con algo mucho más cercano a él de lo que le habría gustado admitir. Tomó aire, iracundo y decidido hasta que se percató de algo.  —Espera, yo sé esa historia —dijo de pronto, dejando a Cristal completamente asombrada—. ¿No me digas que estás hablando del desalmado que se metió con mi tía Bianca? ¿Cómo era que se llamaba? ¡Domenico Vitale, el miserable ese!  Cristal lo miró incrédula. Su conocimiento de los hechos era limitado, solo lo que su madre le había contado cuando regresó a su vida. Así que, al escuchar a Gerónimo, nacido y criado en Roma y además miembro de una familia vinculada al asunto, decidió prestar atención a to
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94. LA VISITA INESPERADA
Helen no pudo contenerse más. Estaba agotada, no solo de sus desplantes, sino de ser relegada una y otra vez al papel de "la segunda". Esa reacción que había estado conteniendo finalmente explotó.—¡No quiero irme de Roma! —gritó, con una rabia contenida durante demasiado tiempo. Sentía que su propia existencia estaba siendo empujada fuera de escena por alguien que ni siquiera estaba presente.Jarret giró hacia ella de golpe. Los nervios a flor de piel y la sensación de que todo lo que había construido hasta ahora estaba tambaleándose lo empujaron más allá de su límite.—¡Estela, no me desgracies más la vida de lo que ya lo hiciste! —vociferó con tal fuerza que su ira retumbó en el aire como una tormenta recién desatada—. ¡Vete para la casa de tus padres hoy mismo!El grito fue como una bofetada que
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95. JUGANDO CON UNA RATA
Jarret cedió a la invitación, buscando con desesperación maneras de ganarse su favor. La observó  fijamente y trató de sonreír.—Muchas gracias, señora. Usted se parece mucho a su sobrina —se detuvo antes de añadir. — Es usted muy bella.Stavri dejó escapar una sonrisa amplia, casi cálida, pero que no logró apaciguar la inquietud de Jarret. Había algo en aquella expresión que se sentía terriblemente calculado.—Todas las hermanas de mi familia nos parecemos —respondió Stavri con esa misma sonrisa, aunque sus palabras parecían encerrar un doble filo—. Pero dígame, joven, ¿a qué vino aquí, sí se puede saber?—Pues verá, señora… —Jarret carraspeó, tomándose un instante para reunir sus pensamientos. Bebió un poco más de ag
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96. UNA MADRE PUEDE SER TERRORÍFICA

 La furia de Jarret parecía crecer con cada palabra, pero esa intensidad desesperada solo arrancaba más satisfacción de la mirada fija y calculadora de Stavri. El silencio de ella casi lo asfixió. El aire pesado de la habitación se amoldaba como una condena, y por un breve instante, Jarret volvió a perder el control.—Ella no puede ser novia de... de un italiano —murmuró, como si tratara de convencerse.Como si hubiera esperado justamente esa reacción, Stavri soltó una sonrisa que desbordaba falsedad cuidadosamente medida.—Tampoco puedo asegurarle eso, joven —respondió, disponiendo sus palabras con precisión letal—. Yo llevaba muchos años sin verla. Mi sobrina vino por unas horas a saludar y luego se marchó. De eso ya hace tres días. Pero traía su anillo de casada, y le puedo decir que hablaba muy feliz de su esposo. Y si algo s&eacu
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97. ¿ME ESTÁ LLAMANDO MENTIROSA EN MI CASA?
Se levantó de repente, como si el movimiento lograra calmar la presión que sentía. Caminó un par de pasos, su mente atrapada entre la incredulidad y la furia. Stavri, sin embargo, permaneció sentada, indiferente al espectáculo. Para ella, se lo merecía.—¿Ella venía a pasar las vacaciones aquí? Nunca lo mencionó —y a Jarret le empezó a parecer que Cristal no es tan tonta como él se creyó; nunca mencionó que viniera de vacaciones a Italia.—Pues sus motivos tendrían de no hablarlo con usted, joven —siguió hablando la señora, mientras continuaba bebiendo su café con movimientos estudiados y lentos—. Sin duda puedo decirle que ese chico era su amor desde niña.—¿Su amor? Creí que yo era el primer amor de Cristal. Nunca tuvo novio antes de mí —replicó Jarret con inc
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98. NO VAYAS A ENSUCIAR MI ALFOMBRA
Stavri, indiferente a su desespero, consultó el reloj con un gesto de impaciencia. Tenía algo más importante que atender.—Y me va a perdonar, pero creo que ya he perdido demasiado tiempo con usted —anunció, dejando claro que su conversación había llegado a su fin. La manera en que lo observó, como si fuera apenas una molestia, dejaba en Jarret una sensación punzante. Para Stavri, no era más que un hombre desesperado, atrapado en una red que él mismo había tejido, sin siquiera darse cuenta de con quiénes realmente estaba lidiando.Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió. La entrada de un hombre alto, vestido impecablemente con un traje oscuro, llenó la habitación con una autoridad que eclipsó todo lo demás. Detrás de él, un joven de aspecto similar lo seguía, reflejo perfecto de su figura, pero con un aire
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99. TE COMPRARÉ UNA NUEVA
 El capo dio un paso atrás. Inspiró hondo mientras miraba a Jarret con una mezcla de desdén y advertencia definitiva.—¡Olvídate de mi sobrina! ¡Ella es una mujer casada! Y aunque no lo fuera, nunca permitiría que alguien como tú estuviera con ella. Olvídala; créeme, es lo mejor para ti. —Estaba aniquilando cualquier esperanza que Jarret pudiera haber guardado.Lentamente, bajó el arma, alejándose mientras mantenía su omnipresente aura de amenaza. Sin voltear del todo, añadió con un sarcasmo casi burlón:—No te preocupes, querida, hoy no te mancharé la alfombra. Pero si este idiota vuelve a aparecer por aquí, ten por seguro que te compraré una nueva.El joven, aún con esa sonrisa arrogante que tanto resaltaba el linaje al que pertenecía, se dirigió a Jarret con un tono apabullante, cargado d
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100. UNA MADRE
Maximiliano permanecía en silencio, jugando con el borde del mantel mientras los sonidos cotidianos de la cocina parecían amplificarse con el peso de sus pensamientos. Podía sentir la mirada de Stavri, pesada como un juicio, aunque cargada de esa peculiar mezcla de ternura y determinación que solo su madre era capaz de expresar sin decir una palabra.—Siempre tienes un plan, ¿verdad? —preguntó él, con admiración y escéptica incredulidad. —Siempre —respondió Stavri sin vacilar—. Sobre todo si es por la felicidad de mis hijos.¿Pero qué significaba realmente? ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar por aquella felicidad que defendía con tanta convicción? Maximiliano no era tan ingenuo como para no sospechar que detrás de los ojos verdes de su madre se tejía una narrativa mucho más compleja de lo que ella dejaba entrever. Esto no era una simple cuestión de sueños.—Mamá, no necesitas hacer esto sola —dijo de repente, rompiendo el silencio.—¿Sola? —repitió Stavri, aún sin mirarlo—. Maxi,
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