Jarret cedió a la invitación, buscando con desesperación maneras de ganarse su favor. La observó fijamente y trató de sonreír.
—Muchas gracias, señora. Usted se parece mucho a su sobrina —se detuvo antes de añadir. — Es usted muy bella.Stavri dejó escapar una sonrisa amplia, casi cálida, pero que no logró apaciguar la inquietud de Jarret. Había algo en aquella expresión que se sentía terriblemente calculado.—Todas las hermanas de mi familia nos parecemos —respondió Stavri con esa misma sonrisa, aunque sus palabras parecían encerrar un doble filo—. Pero dígame, joven, ¿a qué vino aquí, sí se puede saber?—Pues verá, señora… —Jarret carraspeó, tomándose un instante para reunir sus pensamientos. Bebió un poco más de ag