—¿Cuándo llegaste, cuñada? —preguntó Roger con entusiasmo.—Hace un momento —respondió Clarissa, y al verlo, se le salió una sonrisa sin querer.—Ven, siéntate —dijo Roger, mirando a su alrededor. Quería llevarla a sentarse junto a Samuel, pero ese lugar ya estaba ocupado. Al final, la llevó hasta el asiento que antes ocupaba Derek.Araceli observó, sintiendo una mezcla de enojo y tristeza. ¡Cuando ella vino, Roger no la trató así! Cada vez que le decía “cuñada” era como una puñalada. Quería callarlo a toda costa, pero no podía —al fin y al cabo, era el hermano de Giovanni.—¿Quieres sandía, cuñada? —Roger le ofreció la mitad de la fruta que había cortado.—No, gracias. Cómela tú —respondió Clarissa, sonriendo un poco.—No comas tanto, que luego no vas a tener hambre para la cena —regañó Samuel.—Tu mánager dijo que debes cuidar el peso, ¿o ya se te olvidó que tienes compromisos?En ese momento, la Señora Santoro seguía dándole vueltas en la cabeza al asunto de Araceli, así que no tení
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