No esperaba verlo entrar.Lo último que imaginé en esta noche infernal era que Daniel cruzaría la puerta de mi habitación de hospital. Y sin embargo, ahí está. De pie. Callado. Con esa expresión en el rostro que no sabría cómo describir. No es rabia. No exactamente. Tampoco tristeza. Es algo más profundo. Algo que taladra por dentro, que rompe lentamente como el hielo cuando se resquebraja bajo las pisadas.Por un instante, lo único que puedo pensar es que quizá vino a terminar lo que Darius no pudo. Quizá va a matarme. Y, si soy honesto conmigo mismo, no lo culparía. Yo lo haría. En su lugar, yo me arrancaría el alma del pecho a golpes hasta que no quedara nada.Pero Daniel no es yo.Él siempre ha sido mejor hombre.El silencio se instala entre nosotros como una carga invisible. Lo siento en el pecho. En el peso de cada latido. En el sudor que me corre por la espalda a pesar de la morfina que me han administrado. No me dice nada. Solo me mira. Y yo, sintiéndome un cobarde por no sopor

Perspectiva de Daniel.Los secretos de mi padre y Arielle no son los únicos que ansiaban por salir.Yo también tengo uno. Uno que he guardado durante mucho tiempo y que ya no puedo sostener más, lo he mantenido con miedo, con rabia, con una especie de resignación que se fue enquistando en mi pecho hasta volverse parte de mi respiración. Y ahora, después de todo, con Seraphina sentada aún en la habitación y mi padre frente a mí en esa cama de hospital, no hay mejor momento.Me aclaro la garganta. Mis manos sudan. Pero lo digo.—Tengo algo que necesito confesar.Ambos me miran. No con sospecha, sino con ese agotamiento que solo deja la verdad… como si ya no pudieran soportar más, pero están dispuestos a escucharlo todo.—Soy gay —confieso—. Y… —añado antes de que alguien pueda hablar— tengo una relación desde hace dos años con Sasha Wexford.El nombre lo suelta todo como una bomba. Sasha Wexford. El político. El hombre de rostro impecable, sonrisa perfecta y doble vida tan cuidadamente

Perspectiva de Cassian.El sonido de la puerta abriéndose me saca de mis sueños. Mis párpados pesan como si cargaran con años de insomnio, pero aún así logro enfocar al médico que entra con su carpeta en mano y el gesto profesional que ya me resulta insoportable.—Señor Harrington —dice mientras se acerca—. Vamos a revisar la herida y cambiar el vendaje. Afortunadamente el disparo no comprometió zonas críticas del hombro, pero necesitará fisioterapia si quiere recuperar el rango completo de movimiento.Asiento con un gruñido bajo. No me interesa hablar. Solo quiero salir de este jodido hospital. El médico llama a una enfermera, quien prepara instrumental, vendas nuevas y lo que sea que usen para mantenerme unido y en pie.Me quitan la bata con cuidado, el vendaje está ligeramente manchado de sangre seca. El roce arde, como si el disparo todavía viviera debajo de mi piel. Mientras trabajan, aprovecho para mirar la hora. Es tarde. O temprano. No sé. El tiempo se volvió irrelevante desd

Una semana pasa más rápido de lo que me gustaría. Una semana de recuperación, silencios entre miradas, acuerdos entre susurros y noches donde Arielle duerme en mi pecho mientras yo permanezco despierto, pensando. Pensando en Vollmer. En sus posibles exigencias. En el infierno que desató Darius antes de morir.No es la primera vez que un hombre pone mi imperio en jaque.Pero esta vez, no pienso perderlo todo. Mucho menos a ella.Estamos en la pista privada. El sol apenas se asoma por las nubes cuando Arielle se acerca con pasos suaves. Lleva un suéter grueso sobre los hombros y un gesto de preocupación que no ha logrado borrar en toda la semana. Seraphina está a su lado. Daniel también. Y Edward, con sus lentes de sol calzados en la nariz, observa el jet con resignación contenida. Mientras habla con Rossy.—Te esperaré —me dice Arielle con voz baja cuando me detengo frente a ella.—Volveré antes de que puedas extrañarme —respondo, y la tomo del rostro para besarla. Siento sus labios te

Perspectiva de Arielle.Me revuelvo sobre la cama, aún con la sensación del roce de los dedos de Cassian sobre mi vientre. Él está aquí, a mi lado, como cada mañana, y sus caricias son lo primero que siento antes de abrir los ojos. Sus dedos delinean con delicadeza la curva suave que comienza a formarse en mi vientre, esa curva que guarda la vida que crece dentro de mí. Ha pasado un mes desde que supimos la noticia de que estoy embarazada de mellizos y ahora tengo un pequeño vientre de doce semanas. —¿Te duele algo? —me pregunta con voz ronca, acariciando mi cintura con cuidado. —No, solo estoy incómoda —le respondo mientras me acomodo de lado. Él se inclina y besa mi omóplato, luego mi cuello. Es su forma de decirme que me ama sin decirlo en voz alta.Desde que dieron de alta a Cassian por el disparo de Dariuos hemos estado viviendo juntos, pero todavía hay momentos en que me resulta extraño dormir en esta habitación. La que antes fue la habitación de Cassian "mi suegro". La h