Una semana pasa más rápido de lo que me gustaría. Una semana de recuperación, silencios entre miradas, acuerdos entre susurros y noches donde Arielle duerme en mi pecho mientras yo permanezco despierto, pensando. Pensando en Vollmer. En sus posibles exigencias. En el infierno que desató Darius antes de morir.

No es la primera vez que un hombre pone mi imperio en jaque.

Pero esta vez, no pienso perderlo todo. Mucho menos a ella.

Estamos en la pista privada. El sol apenas se asoma por las nubes cuando Arielle se acerca con pasos suaves. Lleva un suéter grueso sobre los hombros y un gesto de preocupación que no ha logrado borrar en toda la semana. Seraphina está a su lado. Daniel también. Y Edward, con sus lentes de sol calzados en la nariz, observa el jet con resignación contenida. Mientras habla con Rossy.

—Te esperaré —me dice Arielle con voz baja cuando me detengo frente a ella.

—Volveré antes de que puedas extrañarme —respondo, y la tomo del rostro para besarla. Siento sus labios te