JAMES CARTERInyecté el fármaco en la venoclisis y abrí el suero, haciendo que la gota se convirtiera en chorro, empujándolo hacia su vena. Cuando Bastián comenzó a parpadear más de lo normal y sacudir la cabeza, supe que ya estaba haciendo efecto la ketamina. Tomé el cuchillo cuando el acero ya estaba al rojo vivo. Lo pasé frente a sus ojos notando como lo seguía con la actitud de quien nunca había visto algo igual y de pronto, sin tocarlo, comenzó a gritar asustado. —¿Qué haces? ¡No! ¡Por favor! —Su desesperación solo me dio lástima, por alguna extraña razón, torturar a ese tipo no me daba la clase de satisfacción que esperaba. Vi el cuchillo en mi mano con apatía y negué con la cabeza antes de apoyarlo sobre uno de sus muñones. El acero se adhirió a su piel, quemándola, aunque parecía que mi única intención era hacerlo sufrir, en realidad también estaba cauterizando las arterias femorales, con intención de que no se desangrara tan fácil, todavía faltaba que Ashford viniera a ter
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