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Todos los capítulos de Prisionero bestia: Capítulo 31 - Capítulo 34
34 chapters
XXX Frente a sus ojos
Lo que terminó por enfriarse con las palabras del rey fue el sudor que recorría las espaldas de los hombres en el salón. —¿Majestad? —inquirió Nov, con un atisbo de incredulidad en su voz.—Lo que has oído: trae a mi esposa de inmediato.Sin más que un asentimiento, Nov salió a cumplir la funesta orden. Golpeó la puerta de los aposentos de la reina con firmeza y ella apareció después del cuarto, despeinada, somnolienta, ignorante del oscuro destino que le aguardaba. —El rey solicita su presencia.—¿Está en sus aposentos? ¿Por qué no ha venido él mismo? Es lo que suele hacer.—Él está en «el salón» —respondió, y Eris comprendió que se refería al de las orgías—, y no está solo.—Si me hubiera dicho antes que tenía planes para esta noche, no me habría retirado al lecho. No voy a cambiarme —cogió un manto y se lo puso sobre la bata. Echó a andar detrás de Nov.—El rey está con el Asko —le advirtió Nov, visiblemente nervioso, sintiendo la necesidad de prevenirla—, quiere que él la forniq
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XXXI El retador
Con las primeras lluvias que cayeron sobre la capital, llegó un audaz retador que buscaba medir su fuerza con la temida «bestia de Balardia», cuya fama había trascendido las fronteras del reino, en gran parte gracias a Darón, viajero incansable y conocido de mucha gente. Él y su comitiva fueron recibidos en el palacio por el rey para compartir un banquete. —Así como su majestad tiene a una bestia, ahora yo también tengo la mía —anunció Darón, señalando con orgullo a su guerrero.El rey, al ver al joven noble de delicada apariencia, que se creía en condiciones de pelear con el Asko, no pudo evitar soltar una risa burlona.—A tu retador le hace falta sol, está tan blanco como la nieve, y le falta carne también, es un flacucho. El más débil de mis prisioneros lo vencerá sin esfuerzo. No haré perder tiempo al Asko con debiluchos, eso lo haría ver mal.—No te fíes de las apariencias, pues son engañosas. Antes de aceptar traerlo lo vi vencer a diez hombres, robustos y preparados. Aunque pá
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XXXII El destino inevitable
Era tan intenso el dolor que lo aquejaba que se mantenía despierto, preguntándose por qué seguía vivo. —Morirás donde nadie te encuentre nunca —susurró una voz que le sonó familiar, tal vez la de su tío. Era incapaz de mover la cabeza para confirmarlo. Lo transportaban en una carreta y el cielo discurría sobre él siempre cambiante: nubes que danzaban, hojas que susurraban, lluvia que caía, sol que ardía, y estrellas que brillaban. A ratos se dormía y despertaba en la misma postura, pero bajo un cielo diferente. Perdida la noción del tiempo, le pareció que estaban cruzando el mundo entero. ¿Por qué tomarse tantas molestias para deshacerse de alguien tan insignificante como Akal, el hijo indigno de Asraón? —Nadie te encontrará porque nadie te buscará. Lo que queda de tu carne será festín para las bestias del abismo.Todas las historias que alguna vez oyó sobre el abismo reverberaron en su cabeza como un eco lejano. Los verdugos de su tío habían procurado no golpearla demasiado; él s
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XXXIII Visita inesperada
En un salón del palacio, las bailarinas del rey deleitaban a la comitiva de Darón con la sensualidad de su danza. Los hombres aplaudían y sonreían, embelesados por las doncellas, salvo uno. —He venido a retar a su bestia, pero me entretiene con debiluchos —reclamó el retador, copa de vino en mano—. Empiezo a sospechar que no confía en las habilidades del guerrero y se resiste a perder a la mayor atracción de su circo.El rey esbozó una sonrisa fingida, sin mostrarse alterado por las agudas palabras del joven retador.—Cuando un espectáculo es bueno, hay que hacerlo durar —repuso el monarca—. Aún no has demostrado ser rival para el Asko, pero ya llegará tu turno. Tu fama crece y eso te traerá beneficios. He recibido mensajes de otros reinos y muchos quieren venir a ver el combate. Aprovecha el momento. ¿Por qué ansías la muerte cuando la vida rebosa belleza? —hizo una señal a una de las bailarinas, quien rápidamente se sentó en las piernas del retador.Ella le acarició el rostro, de r
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