ANNELISSE DE FILIPPILa mañana siguiente amaneció con un silencio distinto. No era frío ni incómodo, era uno de esos silencios donde todo lo que tiene que decirse ya fue dicho.Silvano me preparó un café, me lo entregó con esa mirada suya que parece una caricia. Me sonrió y besó mi frente.— ¿Dormiste bien?— Sí, siempre que estas a mi lado duermo perfectoSuspiré, sabía que debía volver a clases. Que la vida, de alguna manera, debía continuar. Aunque yo hubiera preferido quedarme en cama con Silvano todo el día.Nos vestimos, Silvano me daba besos furtivos y me abrazaba fuerte, mientras yo intentaba abrochar mi camisa, él sonreía y me tomaba en sus brazos, me besaba, me ayudaba con los botones y luego me volvía a besar.— Silvano, llegaremos tarde.— Aun hay tiempo amore, tranquilaSonreí, finalmente salimos, me acompañó hasta el auto. No me dejó cargar ni la mochila.—¿Tienes todo? —preguntó, abriéndome la puerta.Asentí con una sonrisa, estar con Silvano siempre era un momento que
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