REINA DE HIELO.Cuando Alma llegó a Suecia para estudiar ingeniería aeroespacial, lo hizo también buscando la respuesta a un peligroso accidente de su pasado. Cinco años después, su vida se ha convertido en un campo minado de secretos, pasiones tóxicas y decisiones que podrían destruirla.Viktor Nyström , un empresario frío y calculador, ve en Alma mucho más que talento: vio un fuego que necesitaba domar, un misterio que controlar, y las respuestas a un grave espionaje corporativo que puso a su empresa al borde de la destrucción años atrás y le quitó una parte irremplazable de su vida.Pero lo que comienza como una “alianza” profesional se transforma en una relación obsesiva, llena de deseo y manipulación, donde nada es lo que parece.Cuando la ruptura estalla en una tormenta de gritos, lágrimas y verdades ocultas, Alma se va con un secreto que podría cambiarlo todo. Ahora, atrapada entre el poder de Víktor y la promesa de un nuevo comienzo, deberá decidir si sucumbe a esa pasión que l

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 3. Frío absolutoVIKTOR Sede central de Nyström Aerospace. Estocolmo.Estoy acostumbrado al orden.Mis días comienzan a las seis de la mañana. Un café negro. Dos horas de ejercicios de fuerza. Tres decisiones que definen el mes. Pero a estas alturas ya no me tiemblan las manos, y nada me sorprende. He visto lo mejor y lo peor, y estoy acostumbrado a prepararme para lo peor… hasta hoy.—Señor Nyström, le traje los perfiles de los finalistas para la ronda de pasantías —dice Henrik, el director de proyectos de la empresa, y deja una carpeta sobre mi escritorio.No lo miro. Sigo escribiendo una nota en la esquina del plano de ignición de la cámara de plasma, porque si soy honesto los posibles pasantes del Instituto Real de Tecnología no son mi prioridad hoy, pero él empuja hacia mí uno de los expedientes con insistencia.—Creo que debería ver esto —me dice y mis dedos se detienen sobre el techado mientras observo el archivo.Lo abro con fastidio porque la verdad

REINA DE HIELO. CAPITULO 5. Perdiendo el controlMe quedo pensativa por un momento, pero la verdad es que no tengo nada que pensar. Aceptar su oferta a la primera o en este caso, a la segunda vez, sería como darle una ventaja sobre mí, y llevo cinco años preparándome para entrar en esta empresa, así que no puedo darme el lujo de que me trate como a otra de las empleadas que usa y descarta a su antojo.—No tienes que fingir que lo piensas. No lo vas a tomar —dice de repente—. Solo estás buscando la forma menos agresiva de responderme. A fin de cuentas, eres un desastre y no te gustan los límites.—Ni la autoridad —añado—, y se nota que de esa hay mucha por aquí, pero no es por eso que rechazo la pasantía.Levanta una ceja descarada y ¡uy! ¡Águilas tengo en mi estómago!—Déjame adivinar, no te parece una propuesta tentadora —dice con sarcasmo.—No sabiendo lo que quiere hacer conmigo, señor Nyström. No.Por un segundo el aire se espesa como miel. Si alguien entrara ahora, se iría por p

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 7. Un hombre en la oscuridadEstoy rodeada por tres tipos rostros tensos, ropa barata, y respiración pesada. Uno de ellos se acerca y me toca la ropa por todos lados hasta que me arranca el disco del bolsillo. Me lanza una sonrisa torcida, de esas que hacen que te duela el estómago.—Mira lo que tenemos aquí… —dice, girando el pequeño dispositivo entre los dedos como si fuera un trofeo.—¡Devuélvemelo! —suelto, con una firmeza que no siento del todo.—No estás en posición de pedir nada, muñeca —responde otro, uno con una cicatriz en la ceja y olor a cigarrillo rancio.El tercero se adelanta. Tiene los ojos bajos, como si pensara más de lo que habla, pero su mirada se clava en mí con una intensidad sucia, enferma.—Quizá el comprador quiera algo más que información. Tal vez le interese tener un paquete completo… —Su mano se extiende, rozándome el brazo y ahí es cuando el pánico verdadero me golpea.El corazón me truena en el pecho. Me sacudo, le pateo la pierna

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 9. Cueste lo que cuesteNo sé cuánto tiempo me quedo dormida, pero cuando abro los ojos, lo primero que veo es el techo blanco de la habitación. La luz es suave, como si alguien hubiera tenido la decencia de cerrar las cortinas para no quemarme la cara con el sol. Me incorporo un poco y entonces lo veo: Viktor, sentado junto a la cama, con un portátil abierto y los ojos clavados en mí como si estuviera esperando que me despierte desde hace horas.—Buenos días, bella durmiente —dice con voz baja, como si fuera algo íntimo—. Dormiste casi todo el día.—¿Sigo viva? —mi voz suena más rasposa de lo que esperaba.—De momento. Pero no m e hago responsable de lo que te haga sobre esa cama si no sales de ella.Parpadeo, todavía confundida. Entonces recuerdo: el edificio, los hombres, el ácido, el golpe… la voz de Viktor gritándole a alguien que si me tocaban estaban muertos. ¡Mierd@!Me reincorporo un poco más y me fijo en él. Bañado, relajado, con un pantalón de algod