REINA DE HIELO. CAPÍTULO 2. Un proyecto arriesgado

Cinco años antes.

Llego a Suecia con el orgullo intacto y las manos frías, sin saber que un día extrañaré esta sensación de fortaleza que me invade.

El tren se detiene en silencio, como todo aquí. Silencio ordenado. Silencio blanco. Para alguien como yo, que viene del bullicio y la locura de las calles de Nueva York, esto puede ser un paraíso… o un infierno.

Estocolmo no se siente como si me diera la bienvenida, pero no me importa. Yo tampoco vine a caerle bien a nadie.

Tiro de mi maleta agradeciendo toda la ayuda que mis madres pusieron en ella. Mildred, mi madre adoptiva, la llenó de ropa de abrigo y dulces escondidos. Verónica, mi madre biológica, escondió cartas de ánimo y dinero en efectivo, aparte del fideicomiso monumental del que puedo gastar lo que quiera, porque puedo tener solo dieciséis pero siempre he sido tan juiciosa que confía en mí con los ojos cerrados… y quizás eso sea un error, aunque no en lo que concierne al din