REINA DEL MAR. CAPÍTULO 81. Disputas de honorLas palabras flotan en el aire como cuchillas y yo me tenso. No sé lo que significa, pero el tono no deja mucho lugar para la imaginación.Akihiko levanta una mano, pero no llega a hablar mientras el abuelo Kaizen niega lentamente.—¿Qué acabas de decir? —le susurro y él solo lo repite en voz más alta, sin mirarme.—Acepto el ketto.—¿Qué…? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda controlarlas—. ¿Qué es eso?Akihiko me mira con ojos serenos.—Es un duelo personal para resolver disputas de honor… —empieza a decir pero su hijo lo interrumpe.—Mejor no se lo disfraces —escupe Akame mirándome—. Es un duelo a muerte.Basta con que lo escuche y se me queda el aire atrapado en la garganta. La sala entera se queda en silencio, como si nadie respirara. Los ancianos no intervienen, y eso solo lo vuelve más real.Y creo que ya no hay mucho más que decir, porque Akihiko ordena que se lleven a su hijo, no sin antes advertirle que hasta que se

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 83. El dominio de un hombreEl corazón me late en la garganta cuando la luz tenue de una linterna comienza a acercarse. La opción obvia sería debajo del escritorio, pero esa también sería la opción obvia para que cualquiera revise.Así que elijo un mueble distinto y doy gracias a que las armas delanteras y las traseras son capaces de amoldarse a un espacio relativamente pequeño. Me escondo sin pensar bajo una especie de aparador bajo, pesado, parecido a un archivero chato o una mesa de boticario, algo por el estilo.Apenas logro acomodarme ahí cuando la puerta se abre y una linterna rasga la oscuridad. Me quedo completamente inmóvil, conteniendo la respiración. El haz de luz se mueve por las paredes, por el escritorio, por los estantes. Los pasos son lentos y cercanos. Siento que el polvo me pica en la nariz, pero no me muevo ni un milímetro. ¡Joder qué ganas de estornudar!Pero justo cuando creo que me va a descubrir, la linterna apunta hacia el rincón opuesto

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 85. DespedidasEl disparo resuena como un trueno seco entre las montañas.Akame cae al instante; su cuerpo golpea la madera del puente con un crujido hueco y luego todo queda en silencio. El arma ni siquiera tiembla un segundo en mi mano antes de que mis dedos se aflojen y la bajen. Ren me mira, incrédulo, pero no dice nada; simplemente porque no hay nada que decir.El viento sopla entre los árboles con un susurro frío. A lo lejos, un cuervo alza el vuelo, como si presintiera que la muerte ha pasado por aquí.Akihiko se arrodilla junto al cuerpo de su hijo, con los hombros encorvados y el rostro pálido. No llora. Solo lo observa, y me imagino que para él la imagen es devastadora. Sus manos tiemblan levemente cuando se posan sobre el pecho de Akame, como si aún esperara sentir un latido, una señal de que nada de esto es real.Kaizen da un paso hacia él y le pone una mano en el hombro, pero Akihiko cierra los ojos un momento y luego habla:—El destino nos ha llev

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 87. Bajo deseo y coacción.Lo siento temblar, estallar, ser feliz a niveles insospechados mientras se corre en mi boca. Es difícil no reconocer que las cosas no han cambiado casi nada entre él y yo, que el deseo sigue intacto y sigue siendo feroz.Me inclino hacia adelante, pegándome por completo a Ren, acostándome sobre su cuerpo con las piernas abiertas mientras él parece una estrellita de mar tirado sobre el suelo de la cubierta. Siento cómo el calor entre nosotros se intensifica y apoyo la barbilla en mis manos, juguetona, mientras lo escucho suspirar. Sé que está mirando mi trasero por encima de los hombros, y saberlo me hace sonreír por dentro. Me gusta saber que lo vuelvo loco, que me desea así.—¡Maldita seas, hayabusa! ¡Acabas de dejarme sin fuerzas! ¿Qué crees que haces? —gruñe, con esa mezcla de impotencia y deseo en su voz que me derrite, y siento cómo vuelve a endurecerse debajo de mí cuando empiezo a restregarme sobre él, despacio, provocándolo. U

REINA DEL MAR. CAPÍTULO 89. Un sueño cumplido.El Halcón Peregrino se balancea suave entre las olas. El sol apenas está saliendo y la brisa huele a sal y libertad. Me siento la mujer más afortunada del planeta… hasta que el estómago me da una vuelta traicionera.—Ugh…Salto de la cama y me tambaleo directo al pequeño baño del camarote. Me arrodillo frente al inodoro, abrazándolo como si fuera un salvavidas. Y ahí estoy, reina del mar, capitana invencible, vomitando el desayuno inexistente como una marinera de primer viaje. No puede ser. ¡Yo no me mareo! Nunca me mareo.Cuando por fin dejo de ver puntitos frente a los ojos, me enjuago la cara y me miro en el espejo. Estoy pálida y eso tampoco es normal en mí. Me paso la mano por el estómago y una sospecha, una loca, hermosa y aterradora sospecha, empieza a crecer en mi cabeza.Subo a cubierta tambaleándome un poco. Ren está en el timón, descalzo, con el torso desnudo y los pantalones batiendo con la brisa. Me detengo un segundo solo pa