REINA DE HIELO. CAPÍTULO 10. Acoso laboralEl contrato está sobre la mesa, abierto, como si me mirara con esos ojos fríos de los que saben que tienen la ventaja. Lo leo y lo releo, tratando de encontrarle alguna trampa, una letra pequeña que me condene a algo peor de lo que ya acepté al quedarme aquí.Pero lo único que encuentro es el nombre de Viktor firmado con esa caligrafía perfecta, y mi nombre en la línea de abajo, vacía. Esperando.Afuera, todo está en silencio, se ha hecho de noche y no me he dado ni cuenta. Pareciera que ya ni el viento se atreve a soplar, y aquí adentro solo se escucha el sonido de las hojas mientras paso las páginas.—¿Todavía estás aquí? —escucho su voz y giro la cabeza tan rápido que me mareo.Mi corazón se acelera como si alguien lo hubieran pateado. Me levanto de golpe y mi brazo choca con una repisa. Todo se va al demonio. Frascos de vidrio caen al suelo, estallando como relámpagos. Siento el vidrio volando, cortando el aire. Me cubro con los brazos, d

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 12. Un juego peligrosoBajamos hasta el estacionamiento y juro que puedo sentir cómo se muerde la lengua para no preguntar quién es Oskar. Pero supongo que al final le gana lo dominante, porque apenas alcanzamos mi auto, apoya un a mano en mi puerta para que no pueda abrirla mientras me interroga.—No tienes compañero de piso —declara como si estuviera haciendo un razonamiento interno—. Pero un hombre tiene la llave de tu casa. ¿No crees que el tal Oskar pudo tener algo que ver con los hombres que se metieron a robar?—Oskar y yo trabajamos en campos completamente diferentes —digo encogiéndome de hombros—, y si quisiera mi proyecto solo tendría que pedirlo.—¿Solo pedirlo?—Es mi mejor amigo, se lo daría gratis… no es como si no le hubiera dado gratis otras cosas antes —suspiro y veo la forma en que Viktor se pone rojo.No puedo negarlo: me encanta hacer rabiar a este hombre.—Mejor deja tu coche aquí, tampoco quiero arriesgarme a que lo rastreen. Yo te llevo

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 14. Tipos de hombresEntro al edificio como si viniera corriendo de una tormenta y, en el fondo… no estoy tan lejos de eso.Hoy me juré concentrarme: Cien por ciento laboratorio; cero por ciento Viktor. Sin embargo, el corazón me late más rápido de lo necesario, y no es por el apuro, es por la forma en que él me miró anoche, por cómo me temblaba todo cuando se acercó demasiado, por cómo olía a control y caos al mismo tiempo.Pero eso ya no importa. Hoy, vengo decidida a ser objetiva, profesional, fría, si es necesario. Y aun así tengo que agradecer porque es evidente que está intentando cuidarme… o controlarme, ya lo veremos.Subo con paso firme, atravesando el pasillo del último piso. La alfombra acolchada amortigua mis pasos, y las luces cálidas del techo hacen que todo se vea cómodo, incluso acogedor. Es fácil olvidar que estamos rodeados de acero, vigilancia y secretos.Camino hasta la puerta entreabierta de su oficina para darle las gracias… o al menos es

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 16. Una posición confundida—Usted no es mi dueño, señor Nystrom. Es mi jefe, y eso no le da ningún derecho a meterse en mi vida privada.Estoy furiosa y satisfecha a partes iguales, con el corazón latiéndome fuerte en el pecho y las mejillas calientes. Pero él… él no parece ni un poco arrepentido. Está parado frente a mí con esa expresión suya que no sabes si es rabia o contención.—Contéstame —insiste.—¿Qué parte de "no tienes derecho" no entendiste? —gruño tuteándolo, pero él no se mueve.En cambio, da un paso más, y otro, hasta que me arrincona contra la pared del pasillo. La espalda me choca con el yeso frío y mi primera reacción es empujarlo.—¡Hazte a un lado! ¿Qué te pasa? —espeto y juro que mis pupilas se dilatan de la impresión.—No hasta que me contestes —sisea sujetando mi cara con una mano y siento su aliento tan cerca que me estremezco.—¡¿Estás loco?! ¡No te voy a decir nada!Intento apartarlo, pero él me sujeta de los antebrazos, fuerte. No ha

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 18. El primer ex esposoVoy tras él porque su agarre es fuerte, pero mi curiosidad mucho más. Mis emociones ahora mismo son como el poema más tóxicamente autodestructivo de Sor Juana Inés de la Cruz:“...yo templaré mi corazón de suerteque la mitad se incline a aborrecerteaunque la otra mitad se incline a amarte”…Y habiendo dejado clara semejante cursilería, no me queda más que decir que tengo hambre, susto y necesito un trago. Así que no opongo resistencia cuando me abre la puerta de su coche como el caballero que dice que es.Por supuesto lo primero que pienso es que va a llevarme a uno de esos restaurantes donde el agua cuesta más que mi alquiler. Que va a haber un pianista tocando jazz de fondo, camareros con guantes blancos y un menú sin precios. ¡Pero no! ¡Amén!Viktor toma una de esas carreteras periféricas que sube hacia una colina que hay fuera de la ciudad. No dice ni una palabra en todo el camino, solo pone música instrumental suave y de vez en c