A unos pasos, Sophie observa la escena con las manos apretadas contra su boca, temblando como si fuera ella quien acaba de regresar del umbral de la muerte. Sus ojos están fijos en la cama, en el cuerpo de Liam que respira con dificultad, rodeado de monitores, cables y voces que todavía suenan como ecos de una batalla recién librada. El pecho le arde de alivio, pero ese alivio es tan frágil que se convierte enseguida en un miedo nuevo, agudo, voraz.El pensamiento la golpea como un rayo: ¿cuántas veces más tendrán que pasar por esto? ¿Cuántas veces más la vida se ensañará con ellos, obligándolos a vivir entre sobresaltos, siempre al borde del abismo? Una parte de ella quiere llorar de agradecimiento por ese latido que todavía resiste en el monitor. Pero otra parte, más oscura, más cansada, se pregunta si algún día podrán descansar de tanta guerra.Cristóbal, en cambio, ve la situación desde otro ángulo. El caos, la euforia contenida, las lágrimas en los rostros de todos… cada emoció
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